Página 362 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Capítulo 16—Elevad la norma
Manos limpias y corazones puro
Se predica mucho la verdad, pero pocos son santificados por ella.
No se aplican a la vida práctica la verdad y la justicia, y se deshonra
al Señor; y, al no tener una relación vital con Dios, la pobre y débil
naturaleza humana no tiene fuerza para resistir la tentación, y nunca
la tendrá hasta que el poder convertidor de Dios tome posesión del
alma.
Nos acercamos al juicio y los que llevan el mensaje de amonesta-
ción al mundo deben tener manos limpias y corazones puros. Deben
tener una relación viviente con Dios. Los pensamientos deben ser
puros y santos, y el alma debe estar incontaminada; el cuerpo, el
alma y el espíritu deben ser una ofrenda pura y limpia a Dios; de
otra manera él no la aceptará.
Las recientes y dolorosas manifestaciones del mal constituyen
una de las mayores evidencias que tenemos de que el fin está cerca.
Satanás, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien de-
vorar, y si los hombres y mujeres, bajo la luz refulgente que ahora
brilla en este tiempo peligroso, fueran hallados fornicarios, temo
que Dios los separaría de la obra para siempre.
Se exige una acción decidida
Se trata a los jóvenes con mucha severidad por faltas comparati-
vamente leves; pero cuando hombres y mujeres de gran experiencia,
que han sido considerados modelos de piedad, se revelan en su
verdadero carácter—carentes de santidad, impíos, impuros en pensa-
miento, viles en conducta—, es tiempo de que se trate con los tales
de una manera decidida. La mayor tolerancia manifestada hacia ellos
solamente ha tenido, que yo sepa, el resultado de que consideren su
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fornicación y adulterio como algo muy liviano, y toda su simulación
resultó ser como el rocío de la mañana cuando el sol resplandece.
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Esta sección es una reimpresión del folleto
The Sin of Licentiousness
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