Página 366 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
vuestros labios a entonar sus alabanzas y a ofrecer oraciones como
incienso santo.
Pregunto de nuevo: ¿Cómo puede alguien que ha tenido el men-
saje precioso y solemne para este tiempo permitirse pensamientos
impuros y hechos impíos cuando sabe que Aquel que nunca duerme
ni dormita ve todo acto y lee todo pensamiento de la mente? ¡Oh,
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debido a que hay iniquidad en el profeso pueblo de Dios, él puede
hacer tan poco por sus hijos!
La verdad santifica el corazón
La verdad, recibida en el corazón, santifica al que la recibe;
cuando se la aparta de la vida y de los procedimientos, está muerta
y es inútil para el que la recibe. ¿Cómo podéis vosotros, oh, como
podéis agraviar a vuestro Redentor? ¿Cómo podéis deshonrarlo ante
sus ángeles y ante los hombres? ¿Cómo podéis contristar el Espíritu
Santo de Dios? ¿Cómo podéis crucificar de nuevo al Señor de gloria
exponiéndole a vituperio? ¿Cómo podéis dar ocasión a Satanás y
sus ángeles para que se alegren y triunfen sobre los que pretenden
ser súbditos leales de Jesucristo?
Todos los fornicarios estarán fuera de la ciudad de Dios. Los
ángeles de Dios ya están actuando en el juicio y el Espíritu de Dios
se está retirando gradualmente del mundo. El triunfo de la iglesia
está muy cercano, la recompensa que ha de ser conferida está casi a
nuestro alcance, y sin embargo hay iniquidad entre los que pretenden
disponer del resplandor pleno de la luz del cielo.
El que preside sobre su iglesia y los destinos de las naciones,
está llevando a cabo la última obra que debe realizarse en favor
de este mundo. A sus ángeles encarga que ejecuten sus juicios.
Despierten los ministros, háganse cargo de la situación. La obra
del juicio comienza en el santuario. “Y he aquí que seis varones
venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte,
y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Y entre
ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un
tintero de escribano; y entrados, se pararon junto al altar de bronce”.
Leed
Ezequiel 9:2-7
. El mandato es: “Matad a viejos, jóvenes y
vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo
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aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis; y comenzaréis