Página 368 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
sublimes que resonarán por los atrios celestiales. Es el cántico de la
providencia de Dios que conecta las diferentes dispensaciones; todo
se verá entonces sin que haya un velo entre la dispensación legal, la
profética y la evangélica. La iglesia histórica de la tierra y la iglesia
redimida del cielo tienen su centro en la cruz del Calvario. Este es
el tema, éste es el canto—Cristo el todo y en todo—, en himnos
de alabanza que resuenan a través del cielo entonados por millares
y millones de redimidos. Todos unen sus voces en este cántico de
Moisés y del Cordero. Es un cántico nuevo, porque nunca antes se
ha entonado en el cielo.
De nuevo pregunto: En vista de la revelación que le fue hecha a
Juan en la isla de Patmos, la cual desde el comienzo del primer capí-
tulo hasta el fin del último es luz, gran luz, revelada a nosotros por
Cristo Jesús, quien escogió a Juan para que fuera el conducto por el
cual esta luz brillara sobre el mundo: con verdades tan maravillosas
y solemnes reveladas, con tan grandiosas verdades desplegadas ante
nosotros en los sucesos que han de ocurrir precisamente antes de la
segunda venida de Cristo en las nubes del cielo con poder y grande
gloria, ¿cómo pueden los que pretenden discernir las maravillas de
la ley de Dios integrar la lista de los impuros, fornicarios y adúlte-
ros, apartándose constantemente de la verdad y obrando en secreto
la iniquidad? ¿Creéis que pueden esconder sus caminos al Señor?
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¿Creéis que Dios no ve? ¿Creéis que Dios no lo tiene en cuenta?
Huéspedes no invitados
Belsasar, mientras estaba ocupado en su sacrílego banquete,
no era consciente del hecho de que tenía huéspedes a quienes no
había invitado. El Dios del cielo oyó las alabanzas tributadas con
vasos de oro y plata. Vio la profanación de lo que le había sido
dedicado en vitrud de una santa consagración, al ser aplicado a
propósitos profanos y licenciosos. Y es una verdad que debiera
hacernos llorar a cada uno de nosotros la de que los que viven
en estos últimos días, a los cuales han alcanzado los fines de los
siglos, son mucho más culpables que Belsasar. Esto es posible de
muchas maneras. Cuando los hombres han pronunciado los votos de
consagración, comprometiéndose a dedicar todas sus facultades al
servicio sagrado de Dios; cuando ocupan el puesto de expositores