Página 369 - Testimonios para los Ministros (1979)

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de la verdad bíblica y han recibido el solemne cometido; cuando se
cita a Dios y los ángeles como testigos de la solemne dedicación del
alma, el cuerpo y el espíritu al servicio de Dios, estos hombres que
sirven en un cargo tan sagrado, ¿profanarán las facultades que Dios
les ha concedido dedicándolas a propósitos impíos? ¿Será derribado
el sagrado vaso, que Dios quiere usar para una obra elevada y santa,
de su encumbrada y dominante esfera, para servir a concupiscencias
envilecedoras? ¿No es esto acaso idolatría de la peor especie? Los
labios expresan alabanzas y adoran a un ser humano pecaminoso,
profiriendo expresiones de arrebatadora ternura y adulación que
pertenecen sólo a Dios; las facultades dedicadas a Dios en solemne
consagración sirven a una ramera; porque toda mujer que permite
los requiebros de otro hombre fuera de su esposo, que acepte sus
insinuaciones y cuyos oídos se complazcan en escuchar sus profusas
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palabras de afecto, de adoración o de cariño, es adúltera y ramera.
Ninguna desgracia es tan grande como el convertirse en adorador
de un dios falso. Ningún hombre se halla en una oscuridad tan
miserable como el que ha perdido el camino al cielo. Parece estar
dominado por la infatuación, porque tiene un dios falso. La tarea de
encauzar la adoración rendida a seres humanos caídos, corruptos,
de esta tierra, hacia el único Objeto de culto, parece sin esperanza.
En nuestro tiempo se están repitiendo continuamente la fiesta y el
culto de Belsasar, y el pecado de éste se repite cuando el corazón,
que Dios pide que sea entregado a él con pura y santa devoción, es
desviado de él para adorar a un ser humano; y los labios pronuncian
palabras de alabanza y adoración que pertenecen sólo al Señor Dios
del cielo. Cuando se permite que los afectos que Dios reclama
para él solo se dirijan a objetos terrenales—una mujer, un hombre,
o alguna cosa terrenal—, Dios es reemplazado por el objeto que
encadena los sentidos y los afectos; y las facultades que fueron
solemnemente consagradas a Dios son dedicadas a un ser humano
que está contaminado por el pecado. A los hombres y mujeres que
una vez llevaron la imagen de Dios, pero que están perdidos por
la desobediencia y el pecado, él quiere restaurarlos nuevamente
haciéndolos participantes de la naturaleza divina, habiendo huido
de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.
Y cuando los hombres y mujeres dedican las facultades que Dios