Página 373 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Elevad la norma
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se dedica a un ídolo la mitad del corazón. Dios requiere
todo
el
corazón,
toda la mente
. No estáis autorizados para apartar vuestra
mente de Dios y entronizar en ella algún otro objeto.
Se pesa el carácter
En un platillo se pone el requisito divino y en el otro el carácter
del hombre, y la balanza del santuario celestial decide la suerte de
todo hombre para la eternidad. Mirad esto, los que habéis vivido des-
cuidadamente y habéis considerado el pecado con liviandad. Duran-
te años habéis ignorado vuestra responsabilidad hacia Dios—años
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en que os habéis entregado egoístamente a una conducta prohibida.
Considerad el carácter perfecto, inmutable, de la ley, cuyos requisitos
habéis defendido verbalmente La ley demanda obediencia perfecta,
indeclinable. En este último platillo se coloca también el pecado, la
insensatez, el engaño, los pensamientos impuros, las acciones im-
pías; y el mayor o menor peso determina la felicidad o la desgracia
de los individuos; y sobre la balanza de muchos se pone la siguiente
inscripción: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto”.
¿Querrán considerar sus propios casos los destinatarios de esta
carta, sin pronunciar sentencia sobre algún otro, sino examinando su
propio carácter a la luz de la ley de Dios?
¿Ha sido transformado vuestro carácter? ¿Ha sido reemplazada
la oscuridad por la luz, el amor al pecado por el amor a la pureza y
la santidad? ¿Os habéis convertido, vosotros que estáis ocupados en
enseñar la verdad a otros? ¿Se ha producido en vosotros un cambio
cabal y radical? ¿Habéis entretejido a Cristo en vuestro carácter?
Necesitáis tener certeza absoluta de ello. ¿Se ha levantado el Sol
de justicia y ha estado brillando sobre vuestra alma? Si tal es el
caso, vosotros lo sabéis; y si no sabéis si estáis convertidos o no,
no prediquéis un solo sermón desde el púlpito hasta que lo sepáis.
¿Cómo podéis guiar a las almas a la fuente de la vida si vosotros
mismos no habéis bebido de ella? ¿Sois simuladores o sois realmente
hijos de Dios? ¿Estáis sirviendo a Dios, o a los ídolos? ¿Habéis sido
transformados por el Espíritu de Dios, o estáis todavía muertos en
vuestras transgresiones y pecados? Ser hijos de Dios significa más
de lo que muchos sueñan, porque no se han convertido. Se pesa a los
hombres en la balanza y se los halla faltos cuando viven cometiendo