Página 375 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Espíritu de Dios esté dentro de nosotros para alcanzar el cielo y que
Cristo obre sin interferencias de nuestra parte para que tengamos
lugar en la herencia inmortal.
Los que pueden amar, tan avasalladora y apasionadamente a
seres humanos, hombres o mujeres, adoran a un ídolo al dedicarle
los afectos de su corazón. Una de las características de los hijos de
Dios es que el cielo es el objeto de su conversación, sus simpatías, su
desbordante amor y afecto. ¿Cuál es la nota predominante de vues-
tros sentimientos, vuestros gustos, vuestras inclinaciones? ¿Hacia
dónde se dirige la corriente principal de vuestras simpatías, vuestros
afectos, vuestra conversación, vuestros deseos?
Nadie entra por los portales de gloria a menos que oriente su
corazón en esa dirección. Meditad entonces en estas preguntas:
¿Ocupan las cosas terrenales vuestro primer interés? ¿Son puros
vuestros pensamientos? ¿Estáis respirando la atmósfera del cielo?
¿Lleváis con vosotros los miasmas de la corrupción? ¿Ama y adora
vuestro corazón a una mujer a quien no tenéis derecho de amar?
¿Dónde está vuestro corazón? ¿Dónde está vuestro tesoro? ¿Dónde
está vuestro dios? ¿Habéis estado lavando las vestiduras de vues-
tro carácter emblanqueciéndolas en la sangre del Cordero, o estáis
mancillándolas con la contaminación moral? Aplíquense esto a sí
mismos los ministros del Evangelio. Tenéis el bendito privilegio de
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comprender las Escrituras, pero, ¿buscáis sinceramente la gloria de
Dios? ¿Sois fervientes y consagrados? ¿Estáis sirviendo a Dios con
pureza y en la hermosura de la santidad? Preguntaos sinceramente:
¿Soy yo un hijo de Dios, o no lo soy?
“Vosotros sois la luz del mundo”. ¡Qué impresión produjo sobre
Darío la conducta de Daniel! Este vivió una vida pura y santa. Dios
estaba primero para él. Cuando el verdadero cristianismo reina en el
corazón, se revela en el carácter. Todos reconocerán que los tales han
estado con Jesús. Los afectos deben ser íntegramente consagrados a
Dios.
Se necesita una reforma cabal
Necesitamos una reforma cabal en todas nuestras iglesias. El
poder convertidor de Dios debe entrar en la iglesia. Buscad al Señor
con todo fervor, quitad de en medio vuestros pecados y quedaos en