Página 376 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
Jerusalén hasta que seáis investidos de poder de lo alto. Permitid
que Dios os aparte para la obra. Purificad vuestras almas por la
obediencia
a la verdad. La fe sin obras es muerta. No posterguéis el
día de la preparación. No dormitéis desapercibidos, sin tener aceite
en las vasijas con vuestras lámparas. Nadie permita que su seguridad
con respecto a la eternidad dependa de una mera posibilidad. No
permitáis que este asunto quede en peligrosa incertidumbre. Pregun-
taos a vosotros mismos con fervor: ¿Estoy yo entre los salvados, o
entre los perdidos? ¿Estaré en pie o no estaré? Sólo el limpio de
manos y puro de corazón estará en pie en aquel día.
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“Purificaos”
Exhorto a los ministros que han estado manejando la Palabra de
Dios: “Purificaos, los que lleváis los utensilios de Jehová”. Pregunto
a los que han estado escuchando las verdades desde el púlpito:
¿Cuáles son vuestros sentimientos mientras esperáis aquel gran
día? Cada uno de vosotros tiene un interés individual, personal, en
aquel día. Podéis estar seguros de que Dios no será burlado con
simulaciones. ¿Tenéis el vestido de bodas?
Oímos ahora acerca de terremotos en diversos lugares, incendios,
tempestades, desastres por mar y tierra, pestilencias, hambres. ¿Qué
influencia tienen estas señales sobre vosotros? Este es solamente el
comienzo de lo que ha de acontecer. La descripción del día de Dios
se nos da por medio de Juan el Revelador. Juan oyó el clamor de las
muchedumbres aterrorizadas: “El gran día de su ira ha llegado; ¿y
quién podrá sostenerse en pie?” El apóstol mismo estaba aterrado y
abrumado.
¿Cuál es vuestro refugio para aquel día?
Si han de producirse tales escenas, si han de caer tan tremendos
juicios sobre un mundo culpable, ¿cuál será el refugio del pueblo de
Dios? ¿Cómo serán protegidos hasta que pase la indignación? Juan
ve los elementos de la naturaleza—terremotos, tempestades y lucha
política—bajo el símbolo de cuatro ángeles que los retienen. Estos
vientos están bajo control hasta que Dios ordena soltarlos. Ahí está
la seguridad de la iglesia de Dios. Los ángeles de Dios obedecen su
mandato al retener los vientos de la tierra para que no soplen sobre