Página 380 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
Ha llegado el momento en que Jerusalén será escudriñada como
con velas encendidas. Dios está activo examinando el carácter, pon-
derando el valor moral y pronunciando sentencias sobre los casos
individuales. Puede no ser demasiado tarde para que los que han
pecado sean celosos y se arrepientan: “Porque la tristeza que es
según Dios produce arrepentimiento para salvación de que no hay
que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”. Esta
tristeza es engañosa. No hay verdadera virtud en ella. No percibe
el carácter odioso del pecado, pero sí hay un dolor y pena de que
el pecado sea conocido por otros; de modo que no hay confesión,
excepto el reconocimiento de las cosas ya reveladas y que no pueden
ser negadas.
Esta es la tristeza del mundo que produce muerte y apacigua
la conciencia, mientras se sigue albergando el pecado, que sería
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cometido de la misma manera si se presentara la oportunidad y no
pudiese ser descubierto. “Porque he aquí, esto mismo de que hayáis
sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué
defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo,
qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto”.
Aquí podemos ver cuál es el deber de la iglesia hacia aquellos cuya
conducta es enteramente contraria a la luz que han recibido. ¿Se
pondrán los hijos de Dios decididamente del lado de la Biblia, o serán
peores que los incrédulos dando argumentos a éstos para vituperar
a Cristo y la verdad, porque no cumplen con fe y obediencia los
requisitos del Evangelio, mediante una vida decorosa y un carácter
santo?
No perdamos nuestro celo espiritual
Los que pretenden tener la luz de la verdad no han llenado las
condiciones de las cuales depende el cumplimiento de las promesas
ni han sido merecedores de la gracia de Cristo. El carácter y el ser-
vicio de la iglesia deben estar de acuerdo con los talentos recibidos.
Su fe y su obediencia deberían estar a la altura que habría alcanzado
en elevación moral y espiritual si hubiese aprovechado fielmente su
luz y sus oportunidades.
Pero muchos—no pocos, sino
muchos
—han estado perdiendo
su celo espiritual y su consagración, apartándose de la luz que cons-