Página 382 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
y Cristo los alumbrará. Muchos descansan tan contentos como si
la nube de día y la columna de fuego de noche los protegiera y los
guiara. Muchos profesan conocer a Dios, y sin embargo lo niegan
en sus obras. Consideran que forman parte del pueblo adquirido y
escogido por Dios, que tiene un mensaje especial y solemne que ha
sido confiado a su cuidado para santificar sus vidas y para ser dado
al mundo; sin embargo, el poder de la verdad escasamente se siente
o se manifiesta en nuestro medio en una obra ferviente para Dios.
¡Cuán densas son nuestras tinieblas, y no lo advertimos! La luz no
ha disminuido, pero nosotros no andamos en sus rayos.
Un engaño terrible
¿Qué engaño mayor puede confundir la mente humana que aquel
en virtud del cual los individuos se jactan de que tienen la verdad,
que se hallan afirmados sobre el único fundamento seguro y que
Dios acepta sus obras porque están activamente empeñados en algún
trabajo en la causa de Dios, cuando en realidad están pecando contra
él, pues andan en forma contraria a la voluntad expresa de Dios? Tra-
bajan mecánicamente, como máquinas, pero les falta la preparación
del corazón, la santificación del carácter. Las cosas sagradas y santas
son rebajadas al nivel de las cosas comunes, y una religiosidad barata
está apoderándose de nuestras iglesias. El servicio está degenerando
en poco más que una forma.
La norma debe ser elevada. La obra debe tener un molde más
alto. Debe haber un abandono de las costumbres y los procedimien-
tos del mundo, una separación. Tanto los pastores como el pueblo
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deben ascender a una plataforma más alta. Debe incorporarse mucho
más de Jesús y su mansedumbre, su benignidad, su humildad, su
abnegación, su pureza, su verdadera bondad y nobleza de carácter,
en la experiencia y el carácter de todo aquel que pretende estar
desempeñando alguna parte en la sagrada obra de Dios.
Sea la Palabra de Dios la guía y la regla de la vida. Sea obedecida
esa Palabra, que expresa los mandamientos que él ha revelado. Dios
ordena que cada uno contribuya con todas sus facultades como un
ser responsable, para hacer su voluntad claramente especificada. Si
hacéis esto, se echará de ver. El luchar contra los defectos inherentes
de vuestro carácter, que se oponen a vuestro progreso espiritual,