Página 384 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
vida. Todos los que quieren dar evidencia de que han echado mano
de la vida futura, demostrarán en forma práctica por medio de su
vida y su carácter que están viviendo en novedad de vida, en pureza
y santidad aquí, cumpliendo con lo que ha sido revelado.
El camino al cielo ha sido abierto a un costo infinito que han
pagado el Padre y el Hijo. ¿Estamos avanzando individualmente por
ese camino, cumpliendo con las condiciones? ¿Estáis vosotros en el
camino? ¿Estáis siguiendo al Guía, la Luz de la vida?
¿Predestinados para qué?
Hallamos una sola predestinación en la Palabra de Dios, de indi-
viduos y de un pueblo, a saber, que el hombre está predestinado a ser
salvo. Muchos han mirado hacia el final, pensando que estaban se-
guramente predestinados para gozar de la bienaventuranza celestial;
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pero ésta no es la predestinación que revela la Biblia. El hombre está
predestinado a ocuparse en su propia salvación con temor y temblor.
Está predestinado a ponerse la armadura, para pelear la buena batalla
de la fe. Está predestinado a usar los medios que Dios ha puesto a su
alcance a fin de combatir contra toda mala concupiscencia mientras
Satanás está jugando el juego de la vida por su alma. Está predesti-
nado a velar y orar, para escudriñar las Escrituras, para evitar caer
en la tentación. Está predestinado para tener fe constantemente. Está
predestinado a ser obediente a toda palabra que sale de la boca de
Dios, para que pueda ser no sólo oidor, sino hacedor de la Palabra.
Esta es la predestinación bíblica.
Debido a que se ha concedido gran luz, debido a que los hombres,
como los príncipes de Israel, han ascendido al monte y han disfru-
tado del privilegio de la comunión con Dios y se les ha permitido
morar a la luz de su gloria, es un engaño fatal el que estas personas
así favorecidas piensen que después pueden pecar y corromper sus
caminos delante de Dios y seguir actuando como si hicieran su vo-
luntad, como si él no tomara en cuenta sus pecados porque han sido
tan honrados por el Señor. La gran luz y los privilegios concedidos
exigen frutos de virtud y santidad correspondientes con la luz que
les fue dada. Todo lo que sea menos que esto, Dios no lo aceptará.
Pero estas grandes manifestaciones de Dios nunca debieran arru-
llar al hombre en una falsa seguridad e inducirlo al descuido. Nunca