Página 390 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
las presentara ante los que ocupaban puestos de responsabilidad y
confianza. Se presentaron ante mí cosas que no podía comprender;
pero se me dio la seguridad de que el Señor no permitiría que sus
hijos fueran rodeados de la niebla del escepticismo y la incredulidad
mundanos, atados en manojos con el mundo, pero que si tan sólo
querían oír y seguir su voz, prestando obediencia a sus mandamien-
tos, él los guiaría por encima de las neblinas del escepticismo y
la incredulidad y colocaría sus pies sobre la Roca, donde podrían
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respirar la atmósfera de la seguridad y el triunfo.
Mientras estaba en ferviente oración, perdí conciencia de cuanto
me rodeaba; la habitación se llenó de luz y estaba presentando un
mensaje a una asamblea que parecía ser el Congreso de la Asocia-
ción General. Fui impulsada por el Espíritu de Dios a hacer una
ferviente exhortación, porque tenía la impresión de que grandes
peligros estaban delante de nosotros en el corazón de la obra. Había
estado, y aún estaba agobiada de angustia mental y física, embar-
gada por el pensamiento de que debía llevar un mensaje a nuestros
hermanos de Battle Creek para amonestarlos contra una manera de
proceder que excluiría a Dios de la casa editora.
Reprensión para la iglesia
Los ojos del Señor estaban fijos en su pueblo y reflejaban dolor
mezclado con desagrado; se pronunciaron las siguientes palabras:
“Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto,
de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues
si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te
hubieres arrepentido”.
El que lloró sobre el impenitente Israel, al ver su ignorancia res-
pecto de Dios y de Cristo como su Redentor, observaba el corazón de
la obra en Battle Creek. Un gran peligro amenazaba al pueblo, pero
algunos no lo sabían. La incredulidad y la impenitencia cegaban sus
ojos y confiaban en la sabiduría humana para la conducción de los
más importantes intereses de la causa de Dios en relación con la obra
de publicaciones. En la debilidad del juicio humano, los hombres
reunían en sus manos finitas las líneas de control, mientras que la
voluntad de Dios, el camino y el consejo de Dios, no se buscaban
como algo indispensable. Hombres de una voluntad obstinada y
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