Página 398 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
cosas que están ocurriendo ahora, en la última etapa de la historia y
hemos de proclamar la verdad al mundo con la pluma y la voz, no
en una forma tímida e insípida, sino con demostración del Espíritu y
el poder de Dios. El avance del mensaje implica los más tremendos
conflictos, y los resultados de su promulgación revisten importancia
tanto para el cielo como para la tierra.
Pronto ha de terminar la controversia entre las dos grandes po-
tencias del bien y del mal. Pero hasta que termine, habrá luchas
constantes y arduas. Debemos proponernos ahora, como Daniel y
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sus compañeros en Babilonia, ser fieles a los principios venga lo que
viniere. El horno de fuego ardiente calentado siete veces más de lo
acostumbrado no indujo a esos fieles siervos de Dios a apartarse de
su lealtad a la verdad. Permanecieron firmes en el momento de la
prueba y fueron arrojados en el horno; pero no fueron abandonados
por Dios. Se vio la forma de un cuarto Ser caminando junto con
ellos en medio de las llamas, y salieron de allí sin que sus ropas
despidieran siquiera el olor del fuego...
El mundo está lleno hoy de aduladores e hipócritas. Pero no
permita Dios que los que pretenden ser guardianes de las sagradas
verdades, traicionen los intereses de su causa mediante las sugestio-
nes y tretas del enemigo de toda justicia.
No es éste momento para ponernos del lado de los transgresores
de la ley de Dios, para ver con sus ojos, para oír con sus oídos y
para comprender las cosas por medio de sus sentidos pervertidos.
Hemos de avanzar juntos. Debemos trabajar hasta constituir una
unidad, hasta alcanzar la santidad de vida y la pureza de carácter. No
sigan inclinándose ante el ídolo de las opiniones humanas los que
profesan ser siervos del Dios viviente; no sigan siendo esclavos de
ninguna concupiscencia vergonzosa; no sigan presentando al Señor
una ofrenda contaminada, un alma manchada de pecado.
* * * * *
Como estudiantes diligentes, leed la Palabra, sed hacedores de
ella, y el Espíritu Santo estará junto a cada obrero, y el amor de
Dios se encenderá en el alma del que está ministrando para hacer
precisamente la obra que el Señor ha indicado que debe hacerse