Página 401 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Exhortación y amonestación
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codiciosa caerá bajo nuestro poder, y finalmente será separada del
pueblo de Dios.
“Por medio de los que tienen apariencia de piedad pero no cono-
cen la eficacia de ella, podemos ganar a muchos que de otra manera
nos harían bastante daño. Los que aman los deleites más que a Dios
serán nuestros colaboradores más eficaces. Los que pertenecen a
esta clase de gente, si son capaces e inteligentes, servirán de cebo
para atraer a otros a nuestras trampas. Muchos no tendrán temor
de su influencia puesto que profesan la misma fe. De esta manera
los induciremos a creer que los requerimientos de Cristo son menos
estrictos de lo que una vez creyeron, y que asemejándose al mundo
podrán ejercer más influencia sobre los mundanos. Así se separarán
de Cristo; entonces no tendrán fuerza para resistir nuestro poder, y
antes de mucho estarán dispuestos a ridiculizar el celo y la devoción
que tenían antes.
“Hasta que demos el golpe decisivo, deben ser incansables nues-
tros esfuerzos contra los observadores de los mandamientos. Debe-
mos estar presentes en todas sus reuniones. Nuestra causa sufrirá
bastante, especialmente en sus grandes reuniones, y debemos ejercer
mucha vigilancia y emplear todas nuestras artes seductoras para
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impedir que las almas escuchen la verdad y sean impresionadas por
ella.
“Tendré en el terreno, como agentes míos, a hombres que sos-
tengan falsas doctrinas mezcladas con suficiente cantidad de verdad
como para engañar a las almas. También tendré incrédulos presentes,
que manifestarán dudas con respecto a los mensajes de amonesta-
ción que envía el Señor a su iglesia. Si la gente leyera y creyera
esas palabras de advertencia, tendríamos poca esperanza de vencerla.
Pero si podemos apartar su atención de esas admoniciones, seguirán
ignorantes de nuestro poder y astucia, y por fin los retendremos en
nuestras filas. Dios no permitirá que se desprecien impunemente
sus palabras. Si podemos mantener a las almas engañadas por cierto
tiempo, la misericordia de Dios se apartará de ellas, y él nos las
entregará para que las dominemos completamente.
“Debemos producir distracción y causar división. Debemos des-
truir su preocupación por la salvación de sus propias almas, e indu-
cirlos a criticar, a juzgar, y a acusarse y condenarse mutuamente,
a albergar egoísmo y enemistad. Por esos pecados Dios nos arrojó