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Testimonios para los Ministros
deber. Esta situación debe cambiar. Debe haber una reforma. Los
hombres que no disponen de una buena cantidad de la sabiduría que
proviene de lo alto, no debieran ser llamados a servir en cargos cuya
influencia significa tanto para los miembros de la iglesia.
Cuando comencé a predicar el mensaje, se me llamó a enfrentar
este mal. Mientras trabajaba en Europa y Australia, y más recien-
temente en las reuniones generales realizadas en San José en 1905,
tuve que dar mi testimonio de amonestación contra este mal, porque
se inducía a las almas a mirar al hombre para obtener sabiduría,
en lugar de mirar a Dios, que es nuestra sabiduría, nuestra santifi-
cación y nuestra justicia. Y ahora se me ha dado nuevamente, en
forma más definida, el mismo mensaje, porque se ha ofendido más
profundamente al Espíritu de Dios.
Un exaltado privilegio
Dios es el Maestro de su pueblo. Todos los que humillen sus
corazones delante de él, serán enseñados por Dios. “Y si alguno de
vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche, y le será dada”. El Señor quiere
que todo miembro de iglesia ore fervientemente pidiendo sabiduría,
a fin de saber lo que Dios quiere que haga. Es privilegio de todo
creyente obtener una experiencia individual al aprender a llevar sus
preocupaciones y perplejidades al Altísimo. Está escrito: “Acercaos
a Dios, y él se acercará a vosotros”.
Por medio de su siervo Isaías el Señor le pide a su iglesia que
aprecie el exaltado privilegio de que goza al tener a su disposición la
sabiduría infinita: “Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sión;
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levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no
temas; di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro! He
aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he
aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro.
Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos,
y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas.
“¿Quién midió las aguas?”
“¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos
con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó