Página 407 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Principios vitales acerca de nuestras relaciones mutuas
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de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hom-
bres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Pues mirad,
hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la
carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio
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del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del
mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo
y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer
lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él
estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como
está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor”. El ser humano
que asume la responsabilidad de convertirse en sabiduría para los
demás, descubrirá que no le es posible hacerlo.
“Estuve entre vosotros—continúa Pablo—con debilidad, y mu-
cho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con
palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración
del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Sin embargo,
hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez, y sabidu-
ría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la
cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que
ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran
conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria”.
Enseñado por el espíritu
En las próximas palabras el apóstol trae a consideración la ver-
dadera fuente de la sabiduría para el creyente: “Pero Dios nos las
reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudri-
ña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe
las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?
Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de
Dios... Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por
sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando
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lo espiritual a lo espiritual”.
Estas palabras significan mucho para el alma que está tratando
de correr la carrera que se le ha propuesto en el Evangelio. “El