Página 411 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Principios vitales acerca de nuestras relaciones mutuas
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yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso
para vuestras almas”. Tenemos el privilegio de aprender de Aquel
que dijo: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su
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sangre, no tenéis vida en vosotros”.
Tenemos un auditorio divino al cual presentar nuestras peticio-
nes. Nada nos impida, pues, ofrecer nuestras súplicas en el nombre
de Jesús, creyendo con fe inquebrantable que Dios nos escucha y
que nos responderá. Llevemos nuestras dificultades a Dios, humi-
llándonos delante de él. Hay una gran obra que hacer; y aunque
tenemos el privilegio de reunirnos para aconsejarnos mutuamente,
debemos estar bien seguros, en cada asunto que tratemos, de recibir
el consejo de Dios, porque él nunca nos desviará del camino rec-
to. No debemos hacer de la carne nuestro brazo. Si lo hacemos, si
dependemos mayormente de la ayuda y la dirección humanas, la
incredulidad se infiltrará entre nosotros y nuestra fe morirá.
Frecuentemente recibo cartas de personas que me hablan de sus
problemas y perplejidades, y que me piden consulte a Dios acerca
de cuál es su deber. A aquellos acerca de los cuales el Señor no me
ha dado luz, a menudo les he contestado: “No he sido comisionada
por Dios para hacer la obra que ustedes me solicitan. El Señor Jesús
los ha invitado a llevar sus dificultades a Alguien que comprende
toda circunstancia de la vida”.
“Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo
recibiréis, y os vendrá. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis
algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los
cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no
perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará
vuestras ofensas”.
No deshonraré a mi Señor animando a la gente a venir a mí para
pedir consejo, cuando tienen una invitación permanente para ir al
que es capaz de llevarlos en peso a ellos junto con todas sus cargas.
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“Escrito está en los profetas: y serán todos enseñados por Dios.
Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí...
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de
este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la
cual yo daré por la vida del mundo”.