Página 412 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
Dios trata con los hombres como individuos, y le da a cada uno
su obra. Todos han de ser enseñados por Dios. Por medio de la gracia
de Cristo toda alma debe lograr su propia justicia, manteniendo una
relación viva con el Padre y el Hijo. Esta es una experiencia genuina
que tiene su valor.
La necesidad de una acción armoniosa
Aunque es cierto que el Señor guía a los individuos, también es
verdad que está guiando a su pueblo; no a unos pocos individuos
aislados por aquí y por allá, que creen una cosa u otra. Los ángeles
de Dios están haciendo la obra que se les ha confiado. El tercer
ángel está guiando y purificando a un pueblo, y sus miembros deben
avanzanr junto con él en forma unida.
Los que estaban en nuestra obra al comienzo ya están desapa-
reciendo. Sólo unos pocos de los pioneros de la causa permanecen
ahora entre nosotros. Muchas de las pesadas cargas que antes lle-
vaban algunos hombres de gran experiencia, están recayendo ahora
sobre hombres más jóvenes.
Esta transferencia de responsabilidades a obreros cuya experien-
cia es más o menos limitada, implica algunos peligros contra los
cuales necesitamos estar en guardia. El mundo está lleno de con-
tiendas en procura de la supremacía. El espíritu que nos impulsa a
separarnos de nuestros colaboradores, el espíritu de desorganización,
está en el mismo aire que respiramos. Algunos consideran peligroso
todo esfuerzo realizado para poner orden, como si fuera una res-
tricción de su libertad personal, y por lo tanto tan temible como al
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papado. Declaran que no aceptarán indicaciones de nadie; que no
son responsables ante nadie. Se me ha instruido en el sentido de que
Satanás realiza esfuerzos especiales para inducir a los hombres a
creer que Dios se agrada cuando ellos escogen su propio camino,
independientemente del consejo de sus hermanos.
Esta actitud implica un grave peligro para la prosperidad de
nuestra obra. Debemos avanzar con cordura y discreción, en armonía
con el criterio de consejeros temerosos de Dios, porque sólo si
procedemos de esa manera tendremos seguridad y fuerza. De otro
modo Dios no puede obrar con nosotros, por medio de nosotros y en
favor de nosotros.