Página 418 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
muy cuidadosos en el trato que damos a la herencia que Dios ha
comprado con sangre.
“A nadie se le ha asignado la tarea de gobernar a sus semejantes.
Cada hombre debe asumir su propia responsabilidad. Puede dirigir
palabras de ánimo, fe y esperanza a sus colaboradores; puede ayu-
darles a cumplir sus propios deberes sugiriéndoles mejores métodos
de trabajo; pero en ningún caso ha de desanimarlos y debilitarlos,
no sea que el enemigo logre una ventaja sobre sus mentes, ventaja
que a su debido tiempo recaerá sobre él mismo.
“El Señor vinculó a todos los hombres consigo mismo mediante
cuerdas de tierno amor y simpatía. Acerca de nosotros dice: ‘Somos
colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de
Dios’. Debemos reconocer esta relación. Si estamos unidos con Cris-
to, constantemente manifestaremos una simpatía y una tolerancia
semejantes a las de Cristo, hacia los que están luchando con todas las
fuerzas que Dios les da para cumplir su responsabilidad, así como
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nosotros nos esforzamos para llevar nuestras propias cargas.
“En nuestras distintas vocaciones debe existir una mutua depen-
dencia, para ayudarnos el uno al otro. No debe ejercerse un espíritu
autoritario, ni siquiera por parte del presidente de la asociación,
porque el cargo no convierte a un hombre en un ser infalible. Todo
obrero encargado de la administración de una asociación debe tra-
bajar como Cristo trabajó, llevando su yugo y aprendiendo de él su
mansedumbre y humildad. El espíritu de un presidente de asociación
y su conducta en palabra y en hechos revelan si se da cuenta de su
debilidad y pone su confianza en Dios, o si cree que su posición
de influencia le da una sabiduría superior. Si ama y teme a Dios, si
comprende el valor de las almas, si aprecia cada porción de ayuda
que puede prestar un colaborador, habilitado por el Señor, será capaz
de vincular corazón con corazón por medio del amor que Cristo
manifestó durante su ministerio. Dirigirá palabras de consuelo a
los enfermos y dolientes. Si no cultiva modales dominantes, sino
que recuerda siempre que Uno es su Señor, es a saber, Cristo Jesús,
podrá dar consejo a los inexpertos y podrá animarlos para que sean
la mano ayudadora de Dios.
“No se debe impedir que las manos débiles hagan algo por
el Maestro. No se debe poner tropiezos frente a los que tienen
las rodillas endebles. Dios quiere que animemos a los de manos