Página 423 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Principios vitales acerca de nuestras relaciones mutuas
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consejo del que dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados”.
Nuestros pastores y dirigentes deben comprender la necesidad
de consultar a sus hermanos que han estado mucho tiempo en la
obra y que han logrado una profunda experiencia en los caminos
del Señor. La tendencia de algunos a ensimismarse, y a creerse
competentes para planear y ejecutar de acuerdo con su propio juicio
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y sus preferencias, los pone en dificultades. Esa forma independiente
de actuar no es correcta, y no se debe seguir. Los pastores y docentes
de nuestras asociaciones deben trabajar unidos con sus hermanos de
experiencia, pidiéndoles consejo y acatándolo.
Me siento libre de decir a nuestros hermanos que con humildad
de corazón están siguiendo al Señor: Si sabéis que Dios quiere que os
ocupéis en cierta obra, adelante. Los que tienen la luz y la conciencia
de que Dios los está guiando, no necesitan depender de ningún
elemento humano para definir su tarea. Van a recibir consejo de la
más alta Autoridad. Encontrarán seguridad, paz y calma solamente
si siguen el consejo del mayor Maestro que haya vivido alguna vez
en nuestro mundo. No nos apartemos de su consejo infalible.
Pero nuestras impresiones no son siempre una guía segura para
determinar nuestro deber. El impulso humano tratará de hacernos
creer que es Dios el que nos está guiando, cuando estamos siguiendo
nuestro propio parecer. Pero si velamos con cuidado y pedimos
consejo a nuestros hermanos, comprenderemos, pues la promesa
es: “Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los man-
sos su carrera”. No debemos permitir que las ideas humanas y las
inclinaciones naturales obtengan el predominio.
Una exhortación a la unidad
Los obreros de Cristo deben luchar por la unidad. Somos miem-
bros de una misma familia y tenemos un solo Padre celestial. No
nos vistamos con mantos de angustia, ni alberguemos dudas y falta
de confianza en nuestros hermanos. No debemos herir nuestras al-
mas juntando los cardos y las espinas; en cambio, debemos recoger
las rosas, los lirios y los claveles, y exhalar su fragancia mediante
nuestros dichos y hechos.
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