Página 427 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Principios vitales acerca de nuestras relaciones mutuas
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vida; la hoja verde no aparecerá. A menos que las primeras precipi-
taciones hayan hecho su obra, la lluvia tardía no podrá perfeccionar
ninguna semilla.
Ha de haber “primero hierba, luego espiga, después grano lleno
en la espiga”. Debe haber un desarrollo constante de la virtud cristia-
na, un progreso permanente en la experiencia cristiana. Debiéramos
procurar esto ardientemente, para que adornemos la doctrina de
Cristo, nuestro Salvador.
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Muchos, en gran medida, han dejado de recibir la lluvia tempra-
na. No han obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto para
ellos por medio de ella. Esperan que la deficiencia sea suplida por
la lluvia tardía. Cuando se conceda la gracia en forma abundante y
rica, se proponen abrir sus corazones para recibirla.
Están cometiendo una terrible equivocación. La obra que Dios
ha comenzado en el corazón humano al darle su luz y conocimiento,
debe progresar continuamente. Todo individuo debe ser consciente
de su propia necesidad. El corazón debe estar exento de contami-
nación, y limpio, para que en él more el Espíritu. Por medio de la
confesión y el abandono del pecado, por medio de la oración fervien-
te y la consagración a Dios, los primeros discípulos se prepararon
para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
La misma obra, sólo que en mayor medida, debe realizarse ahora.
En aquel entonces el instrumento humano sólo tenía que pedir la
bendición y esperar que el Señor perfeccionara la obra concerniente
a él. Es Dios quien comienza la obra, y la terminará, perfeccionando
al hombre en Cristo Jesús.
Pero no debe descuidarse la gracia representada por la lluvia
temprana. Sólo los que estén viviendo a la altura de la luz que tienen,
recibirán más luz. A menos que estemos avanzando diariamente en la
ejemplificación de las virtudes cristianas activas, no reconoceremos
las manifestaciones del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Podrá estar
derramándose en los corazones de los que están en torno de nosotros,
pero no lo percibiremos ni lo recibiremos.
En ningún momento de nuestra experiencia podemos prescindir
de la ayuda que nos capacitó para comenzar. Las bendiciones reci-
bidas en ocasión de la lluvia temprana nos son necesarias hasta el
mismo fin. Sin embargo, no bastan por sí solas. Al mismo tiempo
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que atesoramos las bendiciones de la lluvia temprana, no debemos