Página 428 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
perder de vista, por otra parte, el hecho de que sin la lluvia tardía, que
llena la espiga y madura el grano, la cosecha no estaría lista para la
siega, y las labores del sembrador habrían sido inútiles. Se necesita
gracia divina al comienzo, se necesita gracia divina a medida que se
avanza, y sólo la gracia divina puede completar la obra. No hay lugar
para que descansemos en actitud descuidada. Nunca debemos olvi-
dar las amonestaciones de Cristo: “Velad en oración”, “Velad... en
todo tiempo orando”. El contacto permanente con los instrumentos
divinos es esencial para nuestro progreso. Podemos haber recibido
cierta medida del Espíritu de Dios, pero mediante la oración y la
fe debemos tratar de obtener una porción más abundante. No debe-
mos cesar nunca en nuestros esfuerzos. Si no progresamos, si no
asumimos la actitud necesaria para recibir tanto la lluvia temprana
como la tardía, perderemos nuestras almas, y la responsabilidad será
solamente nuestra.
“Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía”. No os conforméis
con la idea de que la lluvia va a caer a su debido tiempo. Pedid-
la. El crecimiento y la maduración de la semilla no dependen del
agricultor. Sólo Dios puede madurar la cosecha. Pero se requiere
la cooperación del hombre. La obra de Dios en favor de nosotros
demanda la actividad de nuestra mente, y que ejerzamos fe. Debe-
mos requerir sus favores con todo el corazón si deseamos que las
lluvias de gracia desciendan sobre nosotros. Debiéramos aprovechar
toda oportunidad de ubicarnos en el canal de bendición. Cristo dijo:
“Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos”. Las convocaciones de la iglesia, tales como las
asambleas generales, las reuniones de la iglesia local, y todas las
oportunidades en que se trabaja personalmente por las almas, son las
ocasiones señaladas por Dios para dar la lluvia temprana y la tardía.
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Pero nadie piense que por asistir a esas reuniones su deber ya
está cumplido. El asistir solamente a todas las reuniones que se
realizan, no implicará bendición para el alma. No es ley inmutable
que todos los que asisten a reuniones generales o locales reciban
grandes provisiones del cielo. Las circunstancias pueden parecer
favorables para un abundante derramamiento de las lluvias de gracia.
Pero Dios mismo debe ordenar que la lluvia caiga. Por lo tanto, no
debemos escatimar la súplica. No debemos confiar en la forma en
que comúnmente actúa la providencia. Debemos orar para que Dios