Página 429 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Principios vitales acerca de nuestras relaciones mutuas
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abra las fuentes de las aguas de vida. Y nosotros mismos debemos
recibirlas. Oremos con corazón contrito y con el mayor fervor para
que ahora, en el tiempo de la lluvia tardía, los aguaceros de la gracia
caigan sobre nosotros. Cada vez que asistamos a una reunión, deben
ascender nuestras plegarias para que en ese mismo momento Dios
imparta calor y humedad a nuestras almas. Al buscar a Dios para
que nos conceda el Espíritu Santo, él producirá en nosotros manse-
dumbre, humildad de mente, y una consciente dependencia de Dios
con respecto a la lluvia tardía que trae perfección. Si oramos con fe
por esa bendición, la recibiremos tal como Dios lo ha prometido.
El profeta Zacarías representa la forma permanente en que el
Espíritu Santo se comunica con la iglesia, por medio de una figura
que contiene una admirable lección de ánimo para nosotros. El
profeta dice: “Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó,
como un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo: ¿Qué
ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro,
con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro,
y siete tubos para las lámparas que están encima de él; y junto a él
dos olivos, el uno a la derecha del depósito, y el otro a su izquierda.
Proseguí y hablé, diciendo a aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué
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es esto, señor mío?... Entonces respondió y me habló diciendo: Esta
es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con
fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos... Hablé
aún de nuevo, y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que
por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro?... Y él
dijo: Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda
la tierra”.
De los dos olivos el aceite áureo fluía a través de los tubos de
oro a los depósitos de los candelabros, y de allí a las lámparas de
oro que alumbraban el santuario. De la misma manera, por medio de
los santos que están en la presencia de Dios, se imparte su Espíritu a
los seres humanos consagrados a su servicio. La misión de los dos
ungidos consiste en impartir luz y poder al pueblo de Dios. Están en
la presencia de Dios para recibir bendiciones en favor de nosotros.
Así como los olivos se vacían en los tubos de oro, los mensajeros
celestiales tratan de transmitir todo lo que reciben de Dios. La
totalidad del tesoro celestial aguarda que lo pidamos y recibamos, y
a medida que nos llegue la bendición, debemos impartirla a nuestra