Página 430 - Testimonios para los Ministros (1979)

Basic HTML Version

426
Testimonios para los Ministros
vez. Así se alimentan las santas lámparas, y la iglesia llega a ser
portaluz para el mundo.
Esta es la obra que el Señor desea que cada alma preparada reali-
ce en este tiempo, cuando los cuatro ángeles están reteniendo los
cuatro vientos, para que no soplen hasta que los siervos de Dios sean
sellados en la frente. No hay tiempo para la complacencia propia.
Hay que aparejar las lámparas del alma. Deben recibir el aceite de
la gracia. Deben extremarse las precauciones para impedir la deca-
dencia espiritual, no sea que el gran día de Dios nos sorprenda como
ladrón en la noche. Cada testigo de Dios debe trabajar inteligente-
mente ahora en el tipo de actividad que el Señor le ha señalado. Cada
día debemos obtener una experiencia viva y profunda con respecto al
[511]
perfeccionamiento del carácter cristiano. Cada día debemos recibir
el aceite santo, a fin de poder impartirlo a los demás. Todos pueden
ser portaluces ante el mundo si lo desean. Debemos esconder el yo
en Jesús, de manera que no se vea. Debemos recibir la palabra del
Señor en forma de consejos e instrucciones, y comunicarla con gozo.
Se necesita ahora mucha oración. Cristo ordena: “Orad sin cesar”;
esto es, mantened la mente dirigida a Dios, fuente de todo poder y
eficiencia.
Podemos haber estado siguiendo por mucho tiempo el sendero
angosto, pero no es seguro tomar esto como prueba de que prosegui-
remos en él hasta el fin. Si hemos andado con Dios en comunión con
su Espíritu, se debe a que lo hemos buscado diariamente por medio
de la fe. El áureo aceite que fluye por los tubos de oro nos llega
proveniente de los dos olivos. Pero los que no cultivan el espíritu y
el hábito de la oración, no pueden esperar recibir el dorado aceite de
la bondad, la paciencia, la longanimidad, la cortesía y el amor.
Todos han de mantenerse separados del mundo, que está lleno
de iniquidad. No debemos caminar con Dios sólo por un tiempo,
para luego apartarnos de su compañía a fin de andar a la luz de las
chispas que nosotros mismos producimos. Debemos ser firmes y
constantes, perseverantes en los actos de fe. Debemos alabar a Dios
para manifestar su gloria mediante un carácter justo. Ninguno de no-
sotros obtendrá la victoria sin un esfuerzo perseverante, incansable,
proporcionado al valor del objeto que buscamos, es a saber, la vida
eterna.