Página 426 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
“Cultivemos diligentemente los puros principios del Evangelio
de Cristo: La religión que proviene, no de la estima propia, sino del
amor, la mansedumbre y la humildad de corazón. Entonces ama-
remos a nuestros hermanos y los estimaremos más que a nosotros
mismos. Nuestra mente no se espaciará en escándalos ni rumores.
Sino que ‘todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay
virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad’”.
Como pueblo, hemos sido reprobados por Dios por lo poco
que hemos hecho. Cuán importante es, pues, que nos guardemos
cuidadosamente de todo lo que pudiera desanimar o debilitar la
influencia de un alma que está haciendo una obra que Dios quiere
que se haga. Hay victorias que ganar si presentamos un frente unido
y buscamos individualmente al Señor.
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Orad por la lluvia tardí
“Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará re-
lámpagos, y os dará lluvia abundante”. “Y hará descender sobre
vosotros lluvia temprana y tardía”. En el Oriente la lluvia temprana
cae en el tiempo de la siembra. Es necesaria para que la semilla
germine. Gracias a la influencia de estas precipitaciones fertilizan-
tes, aparecen los tiernos brotes. La lluvia tardía, que cae hacia el
fin de la temporada, madura el grano y lo prepara para la siega. El
Señor emplea estos fenómenos naturales para ilustrar la obra del
Espíritu Santo. Así como el rocío y la lluvia caen al principio para
que la semilla germine, y luego para que la cosecha madure, se da el
Espíritu Santo para que lleve a cabo a través de sus etapas el proceso
del crecimiento espiritual. La maduración del grano representa la
terminación de la obra de la gracia de Dios en el alma. Mediante
el poder del Espíritu Santo se ha de perfeccionar en el carácter la
imagen moral de Dios. Debemos ser totalmente transformados a la
semejanza de Cristo.
La lluvia tardía que madura la cosecha de la tierra representa la
gracia espiritual que prepara a la iglesia para la venida del Hijo del
hombre. Pero a menos que haya caído la lluvia temprana, no habrá
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The Review and Herald, 2 de marzo de 1897
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