Página 62 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
Dios ha estado edificando durante años, no están haciendo la vo-
luntad de Dios. Sépase que estos hombres están de parte del gran
engañador. No los creáis. Se están aliando con los enemigos de
Dios y la verdad. Se burlarán de la orden del ministerio como de un
sistema de clericalismo. De los tales apartaos; no tengáis comunión
con su mensaje, por mucho que citen los
Testimonios
y traten de
atrincherarse detrás de ellos. No los recibáis, porque Dios no les ha
encomendado que hagan esta obra. El resultado de una obra tal será
la incredulidad en los
Testimonios,
y en lo posible anularán la obra
que he estado haciendo durante años.
He dedicado casi toda mi vida a esta obra, pero con frecuencia mi
carga ha sido agravada por hombres que se levantaban a proclamar
un mensaje que Dios no les había dado. Esta clase de malos obreros
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ha elegido porciones de los
Testimonios
y los han puesto en el
marco del error, con el fin de que sus falsos testimonios tuvieran
influencia. Cuando queda de manifiesto que su mensaje es un error
entonces los
Testimonios
puestos en compañía del error comparten
la misma condenación; y la gente del mundo, que no sabe que los
Testimonios
citados son extractos de cartas particulares usadas sin
consentimiento mío, presentan estos asuntos como evidencia de que
mi obra no es de Dios, ni de la verdad, sino una mentira. Los que
desacreditan así la obra de Dios tendrán que responder ante Dios de
la obra que están haciendo.
Un ministerio divinamente señalado
Dios tiene una iglesia, y ésta tiene un ministerio designado divi-
namente. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas;
a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccio-
nar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y
del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida
de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños
fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos
en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”.