Capítulo 2—Amonestaciones fieles y fervientes
El peligro de rechazar la verda
Cooranbong, Australia,
30 de mayo de 1896
Querido Hno.-----,
He regresado de nuestra reunión de oración. El espíritu de inter-
cesión vino sobre mí, y fui arrebatada en una muy ferviente plegaria
por las almas en Battle Creek. Yo conozco el peligro en que éstas
están. El Espíritu Santo me ha conmovido en forma especial para
elevar mis peticiones en favor de ellas.
Dios no es el autor de algo pecaminoso. Nadie debe tener miedo
de ser peculiar si el cumplimiento del deber lo exige. Si el evitar
el pecado nos hace raros, entonces nuestra rareza es meramente la
distinción entre la pureza y la impureza, la justicia y la injusticia.
Porque la multitud prefiera la senda de transgresión, ¿escogeremos
transitar por ella? La Inspiración nos ha dicho claramente: “No se-
guirás a los muchos para hacer mal”. Nuestra posición debe definirse
con claridad: “Yo y mi casa serviremos a Jehová”.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo
era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él
fueron hechas; y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En
él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las
tinieblas resplandece; más las tinieblas no prevalecieron contra ella”.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos
su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de
verdad”. Ojalá que cada uno de aquellos cuyos nombres se hallan
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inscriptos en los libros de la iglesia pudiera pronunciar estas palabras
de todo corazón. Los miembros de la iglesia necesitan saber por
experiencia lo que el Espíritu Santo hará por ellos. Bendecirá al que
lo reciba y lo convertirá en una bendición. Es triste que no todas las
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Los cinco artículos que siguen están tomados de
Special Testimonies to the Battle
Creek Church
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