Página 75 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Amonestaciones fieles y fervientes
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no aprobaban. Había peligro de que las ideas y las doctrinas de los
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rabinos cayeran en descrédito. Los apóstoles estaban causando una
maravillosa excitación. El pueblo traía a la calle a sus enfermos y a
los que eran atormentados por espíritus inmundos; las multitudes se
reunían en torno de ellos, y los que habían sido sanados pregonaban
las alabanzas de Dios y glorificaban el nombre de Jesús, el mismo a
quien los judíos habían condenado, escarnecido, escupido, coronado
de espinas, y al cual habían hecho azotar y crucificar. Este Jesús era
exaltado por encima de los sacerdotes y los príncipes. Los apóstoles
hasta declaraban que había resucitado de los muertos. Los gober-
nantes judíos decidieron que debían poner fin a esa obra, porque
demostraba que ellos eran culpables de la sangre de Jesús. Vieron
que los conversos a la fe se multiplicaban. “Y los que creían en
el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de
mujeres”.
Arresto y prisión de los apóstoles
Entonces se levantó “el sumo sacerdote y todos los que esta-
ban con él, esto es, la secta de los saduceos”, los cuales negaban
la resurrección de los muertos. Las aseveraciones hechas por los
apóstoles de que habían visto a Jesús después de su resurrección y
de que había ascendido al cielo, estaban destruyendo los principios
fundamentales de la doctrina de los saduceos. Esto no debía permi-
tirse. Los sacerdotes y los príncipes se llenaron de indignación y
echaron mano de los apóstoles, y los pusieron en la cárcel común.
Los discípulos no se sintieron intimidados o abatidos. Recordaron
las palabras de Cristo en sus últimas lecciones: “El que tiene mis
mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama,
será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”.
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre,
el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio
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acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis
estado conmigo desde el principio. Estas cosas os he hablado, para
que no tengáis tropiezo. Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene
la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a
Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. Mas os he