Página 76 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
dicho estas cosas para que cuando llegue la hora, os acordéis de que
ya os lo había dicho”.
Una predicación contraria a las doctrinas establecidas
“Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la
cárcel y sacándolos, dijo: Id, y puestos de pie en el templo, anunciad
al pueblo todas las palabras de esta vida”. Vemos aquí que los
hombres que tienen autoridad no siempre han de ser obedecidos, aun
cuando profesen ser maestros de la doctrina bíblica. Hay muchas
personas hoy en día que se sienten indignadas y agraviadas de que
alguna voz se levante para presentar ideas que difieran de las suyas
con respecto a puntos definidos de creencias religiosas. ¿No han
defendido ellos por mucho tiempo sus ideas como la verdad? Así
razonaban los sacerdotes y rabinos en los días apostólicos: ¿Qué se
proponen estos hombres que no tienen educación, algunos de ellos
meros pescadores, al presentar ideas contrarias a las doctrinas que
los eruditos sacerdotes y príncipes enseñan al pueblo? No tienen
derecho a entrometerse en los principios fundamentales de nuestra
fe.
Pero vemos que el Dios del cielo a veces comisiona a los hombres
a enseñar aquello que es considerado como contrario a las doctrinas
establecidas. Debido a que los que una vez eran los depositarios
de la verdad se manifestaron infieles a su sagrado cometido, el
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Señor escogió a otros que habrían de recibir los brillantes rayos
del Sol de justicia, y que defenderían verdades que no estaban de
acuerdo con las ideas de los dirigentes religiosos. Y entonces estos
conductores, en la ceguera de sus mentes, dan pleno curso a lo que
consideran justa indignación contra los que han puesto a un lado
fábulas acariciadas. Actúan como hombres que han perdido la razón.
No tienen en cuenta la posibilidad de que ellos mismos no hayan
entendido correctamente la palabra. No quieren abrir sus ojos para
discernir el hecho de que han interpretado y aplicado erróneamente
las Escrituras, y han edificado falsas teorías, a las que denominan
doctrinas fundamentales de la fe.
Pero el Espíritu Santo, de cuando en cuando, revelará la verdad
por medio de sus propios agentes escogidos; y ningún hombre, ni
siquiera un sacerdote o gobernante, tiene el derecho de decir: Voso-