Página 78 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
viniendo uno, les dio esta noticia: He aquí, los varones que pusisteis
en la cárcel están en el templo, y enseñan al pueblo. Entonces fue
el jefe de la guardia con los alguaciles, y los trajo sin violencia,
porque temían ser apedreados por el pueblo”. Si los sacerdotes y
los príncipes se hubieran atrevido a dar rienda suelta a sus propios
sentimientos hacia los apóstoles, el relato habría sido diferente, pues
el ángel de Dios vigilaba en esta ocasión para magnificar el nombre
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de Cristo si se hubiera empleado la violencia hacia sus siervos.
Respuesta de los apóstoles
“Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo
sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente
que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén
de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de
ese hombre”. Véase
Mateo 23:34, 35
. “Respondiendo Pedro y los
apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los
hombres. El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros
matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con
su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento
y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas
cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le
obedecen. Ellos, oyendo esto, se enfurecían y querían matarlos”.
Entonces el Espíritu Santo se posesionó de Gamaliel, un fariseo,
“doctor de la ley, venerado de todo el pueblo”. Su consejo fue:
“Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o
esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la
podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios. Y
convinieron con él”.
Prejuicios de los que ejercían la autoridad
Sin embargo, los atributos de Satanás dominaban de tal suerte
sus mentes que, a pesar de los maravillosos milagros que se habían
obrado en el sanamiento de los enfermos y en la liberación de los
siervos de Dios de la cárcel, los sacerdotes y gobernantes estaban tan
llenos de prejuicio y de odio que difícilmente podían refrenarse. “Y
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llamando a los apóstoles, después de azotados, les intimaron que no
hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos