Página 90 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
por experiencia lo que significa ser colaboradores de Dios. Están
haciéndose transacciones extrañas. Se reciben y se enseñan falsos
aspectos del cristianismo, los cuales atan a las almas al engaño y el
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error. Los hombres caminan a la luz de las teas que ellos mismos
encendieron. Los que aman y temen a Dios no descenderán al nivel
del mundo al elegir la sociedad de seres vanidosos y frívolos. No
quedarán hechizados por hombres o mujeres que no se hayan con-
vertido. Han de permanecer firmes por Jesús, y entonces Jesús los
sostendrá.
Falta de honradez en los negocios
Algunos de los que conocen la verdad, pero no la practican,
están pisoteando la ley de Dios en sus transacciones comerciales.
No debemos tener asociación íntima con ellos, no sea que nos con-
tagiemos de su espíritu y compartamos su condenación. El patriarca
Jacob, al hablar de ciertos hechos de sus hijos, que él contemplaba
con horror, exclamó: “En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu
se junte en su compañía”. Sentía que su propio honor se vería com-
prometido si se asociaba con los pecadores en sus hechos. El alza
la señal de peligro para amonestarnos contra tales asociaciones, no
sea que nos hagamos partícipes de sus maldades. El Espíritu Santo,
mediante el apóstol Pablo, pronuncia una advertencia similar: “Y no
participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien
reprendedlas”.
La verdadera actitud del cristiano
El Dios eterno ha trazado la línea de distinción entre los santos
y los pecadores, los convertidos y los inconversos. Las dos clases no
se mezclan imperceptiblemente como los colores del arco iris. Son
tan distintas como el mediodía de la medianoche.
Los que buscan la justicia de Cristo se espaciarán en los temas
de la gran salvación. La Biblia es el almacén que surte sus almas de
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alimento nutritivo. Meditan en la encarnación de Cristo, contemplan
el gran sacrificio hecho para salvarlos de la perdición, para llevarles
perdón, paz y justicia eterna. El alma arde con estos temas grandiosos
y elevadores. La santidad y la verdad, la gracia y la justicia, ocupan
los pensamientos. El yo muere, y Cristo vive en sus siervos. Al