Página 99 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Amonestaciones fieles y fervientes
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“El que piensa estar firme, mire que no caiga”
La idolatría de los hijos de Israel
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres
todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en
Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron
el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida
espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la
roca era Cristo. Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo
cual quedaron postrados en el desierto”. La experiencia de Israel,
referida en estas palabras del apóstol y registrada en los (
Salmos
105 y 106
), contiene lecciones de amonestación que el pueblo de
Dios en estos últimos días necesita estudiar especialmente. Insto a
que estos capítulos sean leídos por lo menos una vez por semana.
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“Mas estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, para
que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis
idólatras como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el
pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar”.
A oídos de todo Israel, Dios había hablado con terrible majestad
sobre el monte Sinaí, declarando los preceptos de su ley. El pueblo,
abrumado por el sentido de su culpa, y temiendo ser consumido
por la gloria de la presencia del Señor, había rogado a Moisés:
“Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios
con nosotros, para que no muramos”. Dios llamó a Moisés a que
subiera al monte a fin de comunicarle las leyes para Israel, pero ¡cuán
rápidamente se disipó la solemne impresión hecha sobre ese pueblo
por la manifestación de la presencia de Dios! Aun los dirigentes de
la multitud parecían haber perdido la razón. El recuerdo de su pacto
con Dios, su terror cuando, cayendo sobre sus rostros, habían temido
y temblado sobremanera, todo se había disipado como el humo. Aun
cuando la gloria de Dios continuaba siendo un fuego devorador sobre
la cumbre del monte, sin embargo, cuando Moisés desapareció de la
vista, los viejos hábitos de pensamiento y sentimiento comenzaron a
ejercer su poder. El pueblo se cansó de esperar el regreso de Moisés,
y comenzó a clamar por alguna representación visible de Dios.
Aarón, que había sido dejado a cargo del campamento, cedió
a sus exigencias. En vez de ejercer fe en Dios, confiando en que
el poder divino lo sostendría, fue inducido a creer que si resistía a