Página 124 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
responsabilidades, y se los pone en situación de corromper a los
inocentes con su influencia.
La única solución es la total dependencia de Cristo
—Aun
aquellos que con sinceridad procuran reformarse no están exentos
del peligro de la recaída. Necesitan que se les trate con gran sabiduría
y ternura. La tendencia a adular y alabar a los que fueron rescatados
de los más hondos abismos, prepara a veces su ruina. La práctica de
invitar a hombres y mujeres a relatar en público lo experimentado en
su vida de pecado abunda en peligros, tanto para los que hablan como
para los oyentes. El espaciarse en escenas del mal corrompe la mente
y el alma. Y la importancia concedida a los rescatados del vicio les
es perjudicial. Algunos llegan a creer que su vida pecaminosa les
ha dado cierta distinción. Así se fomenta en ellos la afición a la
notoriedad y la confianza en sí mismos, con consecuencias fatales
para el alma. Podrán permanecer firmes únicamente si desconfín de
sí mismos y dependen de la gracia de Cristo.
Los rescatados han de ayudar a otros
—A todos los que dan
pruebas de verdadera conversión se les debe alentar a que trabajen
por otros. Nadie rechace al alma que deja el servicio de Satanás
por el servicio de Cristo. Cuando alguien da pruebas de que el
Espíritu de Dios lucha con él, alentadle para que entre en el servicio
del Señor. “Recibid a los unos en piedad, discerniendo”.
Judas 22
.
Los que son sabios en la sabiduría que viene de Dios verán almas
necesitadas de ayuda, personas que se han arrepentido sinceramente,
pero que, si no se les alienta, no se atreverán a asirse de la esperanza.
El Señor incitará al corazón de sus siervos a dar la bienvenida a
estos temblorosos y arrepentidos, y a invitarles a la comunión de su
amor. Cualesquiera que hayan sido los pecados que los asediaron
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antes, por muy bajo que hayan caído, si contritos acuden a Cristo, él
los recibe. Dadles, pues, algo que hacer por él. Si desean procurar
sacar a otros del abismo de muerte del que fueron rescatados ellos
mismos, dadles oportunidad para ello. Asociadlos con creyentes
experimentados, para que puedan ganar fuerza espiritual. Llenadles
el corazón y las manos de trabajo para el Maestro.
Cuando la luz brille en el alma, algunos que parecían estar com-
pletamente entregados al pecado, se pondrán a trabajar con éxito
en favor de pecadores tales como eran ellos. Por medio de la fe en
Cristo, habrá quienes alcancen altos puestos de servicio, y se les