Página 142 - La Temperancia (1976)

Basic HTML Version

138
La Temperancia
Levantad en alto a Jesús y clamad: “He aquí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo”.
Juan 1:29
. El solo puede satisfacer
el ardiente deseo del corazón y dar paz al alma.
[118]
Abnegados, bondadosos, corteses
—De todos los habitantes
del mundo, los reformadores deben ser los más abnegados, bonda-
dosos y corteses. En su vida debe manifestarse la verdadera bondad
de las acciones desinteresadas. El que al trabajar carece de cortesía,
que se impacienta por la ignorancia y aspereza de otros, que habla
descomedidamente u obra atolondradamente, puede cerrar la puerta
de los corazones de modo que nunca podrá llegar a ellos.
Como el rocío y las lluvias suaves caen sobre las plantas agosta-
das, caigan también con suavidad vuestras palabras cuando procuréis
sacar a los hombres del error. El plan de Dios consiste en llegar pri-
mero al corazón. Debemos decir la verdad con amor, confiados en
que él le dará poder para reformar la conducta. El Espíritu Santo
aplicará al alma la palabra dicha con amor.
Por naturaleza somos egoístas y tercos. Pero si aprendemos las
lecciones que Cristo desea darnos, nos haremos partícipes de su
naturaleza, y de entonces en adelante viviremos su vida. El ejemplo
admirable de Cristo, la incomparable ternura con que compartía los
sentimientos de los demás, llorando con los que lloraban, regociján-
dose con los que se regocijaban, deben ejercer honda influencia en
el carácter de los que le siguen con sinceridad. Con palabras y actos
bondadosos tratarán de allanar el camino para los pies cansados.—
El
Ministerio de Curación, 114, 115
.
La moneda perdida es todavía preciosa
—En la parábola del
Salvador, aunque la dracma perdida estaba en el polvo y la basura, no
dejaba de ser una moneda de plata. Su dueña la buscó porque tenía
valor. Así también toda alma, por degradada que esté por el pecado,
es preciosa a la vista de Dios. Como la moneda llevaba la imagen y la
inscripción del monarca reinante, así también el hombre cuando fue
creado recibió la imagen y la inscripción de Dios. Aunque empeñada
y deteriorada por el pecado, el alma humana guarda aún vestigios
de dicha inscripción. Dios desea recuperar esta alma, y estampar
nuevamente en ella su propia imagen en justicia y santidad.
¡Cuán poco simpatizamos con Cristo en aquello que debiera ser
el lazo de unión más fuerte entre nosotros y él, esto es, la compasión
por los depravados, culpables y dolientes, que están muertos en