Página 156 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
intelecto iluminado mantiene las riendas, dominando las tendencias
animales y manteniéndolas en sujeción a las facultades morales,
Satanás sabe bien que su poder de vencer con sus tentaciones es
muy pequeño.
Luchar contra las demandas de la moda
—En nuestros días,
la gente habla de la edad oscura y se jacta del progreso. Pero con este
progreso no decrece la maldad y el crimen. Deploramos la ausencia
de la sencillez natural y el incremento de la ostentación artificial.
Salud, fuerza, belleza y larga vida, que fueron comunes en la así
llamada “Edad Oscura”, son raras ahora. Casi todo lo deseable es
sacrificado para satisfacer las demandas de la vida a la moda.
Una gran parte del mundo cristiano no tiene el derecho de darse
ese nombre. Sus hábitos, su lujo desmedido y el trato general de sus
propios cuerpos, son una violación de la ley física y están en contra
de la Biblia. Están labrando para ellos mismos, en el curso de la
vida, sufrimiento físico y debilidad mental y moral.
Por medio de estos ardides, Satanás en muchos aspectos, ha
hecho de la vida doméstica una existencia de cuidados y complicadas
cargas para satisfacer las demandas de la moda. Persigue el propósito
de mantener las mentes ocupadas tan completamente con las cosas
de esta vida que no puedan dar sino poca atención a sus más altos
intereses. La intemperancia en comer y en vestir ha embargado tanto
las mentes del mundo cristiano que no se da tiempo para ser sabio
respecto a las leyes del ser que deben ser obedecidas. Profesar el
nombre de Cristo es de poca importancia si la vida no corresponde a
la voluntad de Dios, revelada en su Palabra. ...
Cuando la santificación es imposible
—Una gran proporción
de todas las debilidades que afligen a la familia humana son el
resultado de sus propios hábitos equivocados, por ignorar volunta-
riamente o hacer caso omiso de la luz que Dios ha dado en relación
con las leyes del ser. No es posible para nosotros glorificar a Dios
mientras vivimos violando las leyes de la vida. El corazón no puede
mantener la consagración a Dios mientras se da rienda suelta al ape-
tito concupiscente. Un cuerpo enfermo y un intelecto desordenado, a
causa de una continua complacencia en una concupiscencia dañina,
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hace imposible la santificación del cuerpo y del espíritu.
El apóstol comprendió la importancia de las saludables condi-
ciones del cuerpo para la exitosa perfección del carácter cristiano.