Página 157 - La Temperancia (1976)

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Temperancia y espiritualidad
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Dice: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que ha-
biendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.—
Redemption; or the Temptation of Christ in The Wilderness, 57-62
.
Los hábitos, los gustos, y las inclinaciones deben ser educa-
dos
—Nada puede ser más ofensivo a Dios que dañar o abusar de
los dones que nos ha presentado para ser usados en su servicio. Está
escrito: “Si pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo
para gloria de Dios”.
En cada obra importante hay tiempos de crisis, en que hay gran
necesidad de que los que están relacionados con la obra tengan
mentes claras. Debe haber hombres que se den cuenta, como el
apóstol San Pablo, de la importancia de practicar la temperancia en
todas las cosas. Hay una obra que debemos hacer, una obra firme,
solícita por nuesnuestro Maestro. Todos nuestros hábitos, gustos, e
inclinaciones deben ser educados en armonía con las leyes de la vida
y la salud. Por este medio podemos asegurarnos la mejor condición
física, y tener claridad mental para discernir entre lo bueno y lo malo.
La intemperancia de cualquier clase embota los órganos percep-
tivos y debilita tanto el poder nervioso del cerebro que las cosas
eternas no son apreciadas, sino que son puestas a un nivel igual
que las cosas comunes. Las facultades superiores de la mente, des-
tinadas para nobles propósitos, se las somete a la esclavitud de las
bajas pasiones. Si los hábitos físicos no son correctos, las facultades
mentales y morales no pueden ser vigorosas, porque existe una gran
simpatía entre lo físico y lo moral. El apóstol Pedro entendió esto
y llevó su voz en amonestación: “Amados, yo os ruego como a ex-
tranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que
batallan contra el alma”.
Intereses superiores en peligro
—Así la Palabra de Dios ple-
namente nos amonesta que, a menos que nos abstengamos de los
deseos carnales, la naturaleza física entrará en conflicto con la es-
piritual. La indulgencia concupiscente batalla contra la salud y la
paz. Se establece una lucha entre los atributos superiores e inferiores
del hombre. Las tendencias inferiores, fuertes y activas, oprimen el
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alma. Los más altos intereses del ser son puestos en peligro por la
complacencia de un apetito no santificado.—
The Signs of the Times,
27 de enero de 1909
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