Página 158 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
Una lección para los adventistas del séptimo día
—El caso de
los hijos de Aarón ha sido registrado para beneficio del pueblo de
Dios, y debería enseñar a los que especialmente se están preparando
para la segunda venida de Cristo, que la complacencia de un apetito
depravado destruye la sensibilidad del alma, y afecta tanto a los
poderes de raciocinio que Dios ha dado al hombre, que las cosas
espirituales y santas pierden su carácter sagrado. La desobediencia
parece placentera en vez de excesivamente pecaminosa.—
The Signs
of the Times, 8 de julio de 1880
.
Venced toda práctica malsana
—Los principios de temperancia
son de largo alcance; y existe el peligro de que los que han recibido
gran luz sobre este asunto fracasen en apreciar esta luz. Dios requiere
que su pueblo que vive en estos últimos días, venza cada práctica
malsana, presentando sus cuerpos como un sacrificio vivo, santo,
agradable a él para que puedan ganar un asiento a su diestra.
Es nuestro deber ponernos a nosotros mismos en sujeción y lu-
char para poner nuestra mente, nuestra voluntad y nuestros gustos
en conformidad con los requerimientos de nuestro Creador. Sólo
la gracia de Dios puede capacitarnos para hacer esto: por su poder
nuestras vidas pueden ser puestas en armonía con los principios rec-
tos. Cosecharemos lo que sembramos, y solamente los que se ponen
a sí mismos en sujeción a la voluntad de Dios son verdaderamente
sabios.—
Carta 69, 1896
.
Dominados por una conciencia esclarecida
—Si los cristianos
pusieran todos sus apetitos y pasiones bajo el dominio de una con-
ciencia iluminada, considerando que la obediencia a las leyes que
gobiernan la vida y la salud es una obligación que deben a Dios y a
su prójimo, tendrían la bendición del vigor físico y mental. Tendrían
poder moral para alistarse en la guerra contra Satanás; y en el nom-
bre de Aquél que venció para ellos, serían más que vencedores ellos
mismos.—
Christian Temperance and Bible Hygiene, 39, 40
.
Por qué muchos caerán
—Queremos que nuestras hermanas
que ahora se están perjudicando a sí mismas por hábitos erróneos los
pongan a un lado, y vengan al frente y sean obreras en la reforma. La
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razón porque muchos de los nuestros caerán en el tiempo de prueba,
estriba en el descuido de la temperancia y en la complacencia del
apetito.