Página 162 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
El carácter de Daniel es presentado al mundo como un notable
ejemplo de lo que la gracia de Dios puede hacer por los hombres
caídos por naturaleza y corrompidos por el pecado. El registro que
tenemos de su vida noble y abnegada es un motivo de aliento para el
común de los hombres. De él podemos obtener fuerza para resistir
noble y firmemente la tentación, y con la gracia de la mansedumbre,
perseverar en todo lo recto, bajo la más severa prueba.
La aprobación de Dios vale más que la vida
—Daniel podría
haber encontrado una excusa plausible para apartarse de sus hábitos
estrictamente temperantes; pero la aprobación de Dios era más cara
para él que el favor del más poderoso potentado terrenal, más cara
aún que la vida misma. Habiendo obtenido, por su conducta cortés,
el favor de Melsar, el funcionario que estaba a cargo de los jóvenes
hebreos, Daniel solicitó para ellos la franquicia de no comer de la
comida del rey, ni del vino de su beber. Melsar temía que si accedía
a este pedido, incurriría en el desagrado del rey, y así pondría en
peligro su propia vida. Como muchos en el día de hoy, pensaba
que un régimen frugal haría que estos jóvenes aparecieran pálidos
y enfermizos, y fueran deficientes en fuerza muscular, en tanto que
el alimento abundante de la mesa del rey los haría sonrosados y
hermosos, y promovería la actividad física y mental.
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Daniel pidió que el asunto fuera decidido después de una prueba
de diez días: a los jóvenes hebreos, durante este breve período, se les
permitiría comer alimentos sencillos, en tanto que sus compañeros
participaran de los alimentos dedicados al rey. Por fin el pedido fue
concedido, y Daniel se sintió seguro de que había ganado su causa.
Aunque era sólo un joven, había visto los efectos perjudiciales del
vino y de una vida lujuriosa sobre la salud física y mental.
Dios vindica a sus siervos
—Al final de los diez días el resul-
tado fue completamente opuesto a las expectativas de Melsar. No
solamente en la apariencia personal, sino en la actividad y el vigor
físico y mental, los que habían sido temperantes en sus hábitos exhi-
bieron una notable superioridad sobre sus compañeros que habían
complacido el apetito. Como resultado de esta prueba, Daniel y sus
asociados recibieron el permiso de continuar su sencillo régimen
alimentario durante todo el curso de educación que siguieran para
los deberes del reino.