Página 169 - La Temperancia (1976)

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Los alimentos sobre nuestras mesas
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del organismo. Ha sido mimado y mal dirigido hasta llegar a la
morbosidad, y ya no puede ser un guía seguro. Se ha abusado de la
naturaleza, y sus esfuerzos se han frustrado por los malos hábitos y
la complacencia en el pecaminoso halago de los sentidos, hasta que
el gusto y el apetito también son pervertidos.
No es natural tener ansias por comer carne. No fue así en el
principio. El apetito por la carne ha sido creado y desarrollado por el
hombre. Nuestro Creador ha provisto para nosotros en las verduras,
cereales y frutas, todos los elementos de nutrición necesarios para la
salud y el vigor. La carne no formaba parte del alimento de Adán y
Eva antes de su caída. Si las frutas, las leguminosas, y los cereales no
son suficientes para satisfacer las necesidades del hombre, entonces
el Creador cometió un error al darlos a Adán. ...
Para que Israel pudiera preservar la fortaleza física y mo-
ral
—Dios no sustrajo la carne de la alimentación de los hebreos en
el desierto simplemente para mostrar su autoridad, sino para su bien,
para que pudieran preservar su fortaleza física y moral. El sabía que
el uso del alimento animal fortalece las pasiones animales y debili-
ta el intelecto. Sabía que la satisfacción del apetito de los hebreos
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mediante la carne, debilitaría sus facultades morales y los pondría
en una disposición irritable tal que la vasta multitud llegaría a ser
insubordinada, perdería el alto sentido de sus obligaciones morales,
y rehusaría ser legislada por las sabias leyes de Jehová. Existiría la
violencia y la rebelión entre ellos haciendo imposible para sí ser
un pueblo puro y feliz en la tierra de Canaán. Dios sabía qué era
lo mejor para los hijos de Israel, por lo tanto los privó en una gran
medida del uso de carne.
Satanás los tentó a considerar esto como algo injusto y cruel. Les
hizo anhelar las cosas prohibidas porque vio que mediante la com-
placencia del apetito pervertido llegarían a tener una mente carnal y
fácilmente podrían ser llevados a hacer la voluntad de Satanás; los
órganos inferiores serían fortalecidos, mientras que las facultades
intelectuales y morales se debilitarían.
Satanás no es un novicio en la tarea de destruir almas. Sabe bien
que si puede conducir a los hombres y las mujeres a hábitos erró-
neos de comer y beber ha ganado, en alto grado, el dominio de sus
mentes y sus pasiones inferiores. En el principio, el hombre comía
los frutos de la tierra, pero el pecado introdujo el uso de la carne