Página 202 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
complacencia del apetito. La intemperancia es terriblemente prevale-
ciente. Miremos donde miremos, contemplamos este mal fomentado
livianamente.
Rehusar es honroso
—Los seguidores de Jesús nunca serán
avergonzados por practicar temperancia en todas las cosas. Entonces,
¿por qué algún joven debería sonrojarse con vergüenza al rehusar
la copa de vino o la espumosa jarra de cerveza? Una negativa a
complacer el apetito pervertido es un acto honroso. Pecar es indigno
de un hombre; dar rienda suelta a hábitos dañinos en el comer y
beber es ser débil, cobarde y degradado; pero renunciar al apetito
pervertido es ser fuerte, valiente, noble. En la corte de Babilonia,
Daniel estaba rodeado por tentaciones a pecar, pero con la ayuda
de Cristo mantuvo su integridad. Quien no puede resistir la tenta-
ción, cuando toda facilidad para vencer ha sido puesta dentro de su
alcance, no es registrado en los libros del cielo como un hombre.
“¡Atreveos a ser como Daniel, atraveos a ser los únicos!” Tened
valor para hacer lo recto. Una reserva silenciosa y cobarde ante
malos compañeros, mientras dáis oído a sus ardides, os hace uno
con ellos. “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y
no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por
Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas”.
Se necesita valor moral
—En todos los tiempos y en todas las
circunstancias se requiere valor moral para adherirse a los princi-
pios de estricta temperancia. Podemos esperar que por seguir una
conducta tal sorprenderemos a quienes no se abstienen totalmente
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de todos los estimulantes, ¿pero cómo llevaremos adelante la obra
de reforma si nos conformamos a los hábitos y las prácticas dañinos
de aquellos con quienes nos asociamos? ...
En el nombre y por el poder de Jesús cada joven puede vencer
al enemigo hoy en la cuestión del apetito pervertido. Mis queridos
jóvenes amigos, avanzad paso a paso, hasta que todos vuestros hábi-
tos estén en armonía con las leyes de la vida y la salud. Aquel que
venció en el desierto de la tentación declara: “Al que venciere, le
daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y
me he sentado con mi Padre en su trono”.—
The Youth’s Instructor,
16 de julio de 1903
.
No somos eximidos de la tentación
—Daniel amó, temió y obe-
deció a Dios. No obstante, él no huyó del mundo para evitar su