Página 210 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
cierne a la salud física. La verdadera temperancia demanda total
abstinencia de bebidas fuertes. Exige también reforma en los hábitos
dietéticos, en el vestir y en el sueño. A los que complacen el apetito
nos les agrada oír que depende de ellos decidir si serán inválidos.
Necesitan despertar y razonar de causa a efecto. Necesitan compren-
der que son productores de enfermedad debido a su ignorancia sobre
el tema del comer, el beber y el vestir apropiados.—
Manuscrito 155,
1899
.
El secreto de una obra permanente
—Hemos visto que las
victorias ganadas por la “Cruzada de Temperancia” con frecuencia
no son permanentes. En aquellos lugares donde la excitación llega
al máximo, y aparentemente se alcanzaron los mayores resultados
en cerrar cantinas y en reducir el número de ebrios, después de unos
pocos meses, la intemperancia prevaleció en mayor grado que antes
que fuera hecho el esfuerzo por suprimirla.
La razón de esto es evidente. El trabajo no es profundo y cabal. El
hacha no es puesta a la raíz del árbol. Las raíces de la intemperancia
yacen a mayor profundidad que el mero beber bebidas alcohólicas.
A fin de hacer del movimiento de temperancia un éxito, la obra de
reforma debe comenzar en nuestras mesas.—
The Signs of the Times,
6 de enero de 1876
.
Preséntese con fuerza y claridad
—Muéstresele a la gente qué
bendición resultará para ella la práctica de los principios de la salud.
Vean las personas lo que Dios se ha propuesto que lleguen a ser
los hombres y las mujeres. Señalad el gran sacrificio hecho para la
elevación y el ennoblecimiento de la raza humana. Con la Biblia en
la mano, presentad los requerimientos de Dios. Decid a los oyentes
que él espera que usen las facultades de la mente y del cuerpo
de manera tal que lo honren. Mostradles cómo el enemigo está
tratando de arrastrar a los seres humanos hacia abajo, induciéndolos
a complacer el apetito pervertido.
[175]
Decidles con claridad, sencilla y fervorosamente, cómo millares
de hombres y mujeres están usando el dinero de Dios para corrom-
perse a sí mismos y para hacer de este mundo un infierno. Se gastan
millones por lo que enloquece a los hombres. Presentad este asunto
con tanta claridad que su fuerza no pueda sino advertirse. Hablad
luego a vuestros oyentes acerca del Salvador, que vino a este mundo
para salvar a los hombres y mujeres de todas las prácticas pecami-