Página 220 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
cristianos tolerar este mal? Si las naciones bárbaras robaran nuestros
hijos y los maltrataran en la forma como los padres intemperantes
maltratan a sus descendientes, toda la cristiandad se levantaría para
poner fin a la afrenta. Pero en un país pretendidamente gobernado
por principios cristianos, el sufrimiento y el pecado impuestos sobre
la inocente e indefensa niñez por la venta y el uso de las bebidas
embriagantes ¡son considerados un mal necesario!—
The Review
and Herald, 8 de noviembre de 1881
.
Bajo la protección de la ley
—Muchos abogan porque se cobren
patentes a los traficantes en alcoholes pensando que así se pondrá
coto al mal de la bebida. Pero conceder patente a dicho tráfico
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equivale a ponerlo bajo la protección de las leyes. El gobierno
sanciona entonces su existencia, y fomenta el mal que pretende
restringir. Al amparo de las leyes de patentes, las cervecerías, las
destilerías y los establecimientos productores de vinos se extienden
por todo el país, y el tabernero hace su obra nefanda a nuestras
mismas puertas.
En muchos casos se le prohíbe vender bebidas alcohólicas al
que ya está ebrio o se conoce como borracho habitual; pero la
obra de convertir en borrachos a los jóvenes sigue adelante. La
existencia de este negocio depende de la sed de alcohol que se
fomente en la juventud. Al joven se le va pervirtiendo poco a poco
hasta que el hábito de la bebida queda arraigado, y se le despierta
la sed, que, cueste lo que cueste, ha de satisfacer. Menos daño se
haría suministrando bebidas al borracho habitual, cuya ruina, en la
mayoría de los casos, es ya irremediable, que en permitir que la flor
de nuestra juventud se pierda por medio de tan terrible hábito.
Al conceder patente al tráfico de alcoholes, se expone a constante
tentación a los que intentan reformarse. Se han fundado institucio-
nes para ayudar a las víctimas de la intemperancia a dominar sus
apetitos. Tarea noble es ésta; pero mientras la venta de bebidas siga
sancionada por la ley, los beodos sacarán poco provecho de los asi-
los fundados para ellos. No pueden permanecer siempre allí. Deben
volver a ocupar su lugar en la sociedad. La sed de bebidas alcohóli-
cas, si bien refrenada, no quedó anulada, y cuando la tentación los
asalta, como puede hacerlo a cada paso, aquéllos vuelven demasiado
a menudo a caer en ella.