Página 229 - La Temperancia (1976)

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El sentido de la obligación moral
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ha sido señalado por Dios mismo, para ir en pos de una de nuestra
invención
Debemos esforzarnos legítimamente si queremos la dádiva de
la vida eterna. El camino tiene la anchura necesaria, y todos los
que corren la carrera pueden ganar un premio. Si creamos apetitos
antinaturales y nos mostramos indulgentes con ellos en cualquier
grado, violamos las leyes de la naturaleza y el resultado se traducirá
en condiciones físicas, mentales y morales debilitadas. Quedamos
enconsecuencia descalificados para ese esfuerzo perseverant enér-
gico y promisorio que podríamos haber hecho si habiésemos sido
fieles a las leyes de la naturaleza. Si dañamos un solo órgano del
cuerpo, le robamos a Dios del servicio que podríamos haberle rendi-
do. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el
cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios’.—
The
Review and Herald, 18 de octubre de 1881
.
Un constante sentido de la responsabilidad
—Los que tienen
una constante comprensión de que permanecen en esta relación con
Dios no ingerirán alimentos que agradan al apetito pero que causan
daño a los órganos digestivos. No arruinarán la propiedad de Dios
siendo indulgentes con hábitos impropios en el comer, el beber o el
vestir. Tratarán con sumó cuidado la maquinaria humana, porque
entienden que deben hacerlo a fin de obrar en sociedad con Dios.
El Señor desea que gocen de salud, que sean felices y útiles. Pero
para que logren esto han de poner su voluntad junto a la voluntad
del Señor.—
Carta 166, 1903
.
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Protegidos por el baluarte de la independencia moral
Mediante esfuerzos fervientes y perseverantes, que no estén influidos
por las costumbres cambiantes de la vida, los padres pueden levan-
tar alrededor de sus hijos un baluarte moral que los defenderá de
las miserias y crímenes provocados por la intemperancia. No se ha
de permitir que los hijos procedan como les plazca, desarrollando
rasgos indebidos que debieran ser cortados en flor, sino que se los
ha de disciplinar con cuidado y educarlos para que tomen posición
junto a lo recto, a la reforma y a la sobriedad. Tendrán entonces
independencia moral para arrostrar resueltamente en toda crisis la
tormenta de oposición que con seguridad asaltará a los que se han