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La Temperancia
salir de ellos totalmente arruinados.—
El Ministerio de Curación,
260, 261
.
En la “marcha de la muerte”
—A fin de que los hombres no
se den tiempo para meditar, Satanás los conduce al torbellino de la
búsqueda de placeres y algazara, de comer y beber. Les inculca el
deseo de hacer exhibiciones que exalten el yo Paso a paso, el mundo
está llegando a las condiciones que existieron en los días de Noé. Se
comete todo crimen concebible. La concupiscencia de la carne, la
altivez de los ojos, la ostentación del egoísmo, el abuso del poder, la
crueldad, ... son todas obras de los agentes satánicos. A esa ronda
de pecado y locura los hombres le llaman “vida”. ...
El mundo, que actúa como si no hubiera Dios, absorto en pro-
pósitos egoístas, experimentará pronto una súbita destrucción, y no
escapará. Muchos continúan en una gratificación descuidada del yo
hasta que llegan a estar tan disgustados con la vida que terminan con
su existencia. Bailando y parrandeando, bebiendo y fumando, grati-
ficando sus pasiones animales, marchan como bueyes al matadero.
Satanás está trabajando con todo su arte y encantos para mantener a
los hombres marchando a ciegas, hasta que el Señor se levante de su
lugar para castigar a los habitantes de la tierra por sus iniquidades,
cuando la tierra devolverá su sangre y no cubrirá más sus muertos.
El mundo entero parece empeñado en la marcha de la muerte.—
El
Evangelismo, 21, 22
.
La maldición llevada a las naciones paganas
—De los países
denominados cristianos el azote pasa a comarcas paganas. A los
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pobres e ignorantes salvajes se les enseña a consumir bebidas al-
cohólicas. Aun entre los paganos, hay hombres inteligentes que
reconocen el peligro mortal de la bebida, y protestan contra él; pero
en vano intentaron proteger a sus países del estrago del alcohol. Las
naciones civilizadas imponen a las naciones paganas el tabaco, el
alcohol y el opio. Las pasiones desenfrenadas del salvaje, estimu-
ladas por la bebida, le arrastran a una degradación anteriormente
desconocida, y hacen casi imposible e inútil el mandar misioneros a
aquellos países.
Mediante el trato con pueblos que debieran haberles dado el
conocimiento de Dios, los paganos contraen vicios que van extermi-
nando tribus y razas enteras. Y por esto en las regiones tenebrosas
de la tierra se odia a los hombres de los países civilizados.