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La Temperancia
sucedido. Había habido una pelea en la cantina, y en la mano del
muchacho se encontró un cuchillo que había quitado la vida de un ser
humano, y fue culpado del homicidio y fue condenado a cinco años
de cárcel. Era un artículo conmovedor que hizo asomar lagrimas a
muchos ojos, tanto de adultos como de jóvenes.—
Carta 68, 1893
.
Atención lograda por un enfoque muy especial
—Mi tema era
la temperancia, tratada desde el punto de vista cristiano, la caída de
Adán, la promesa del Edén, la venida de Cristo a nuestro mundo,
su bautismo, su tentación en el desierto y su victoria. Y todo esto
para dar al hombre otra oportunidad, haciendo posible que el hom-
bre venciera de parte de sí mismo, por su propia cuenta mediante
los méritos de Jesucristo. Cristo vino para proporcionar al hombre
poder moral a fin de que pudiera ser victorioso venciendo la ten-
tación sobre el apetito, y rompiendo la cadena de la esclavitud de
hábitos y complacencia del apetito pervertido y para que avanzara
en poder moral como un verdadero hombre. Así el registro del cielo
lo consigna en sus libros como un verdadero hombre a la vista de
Dios.
Era algo tan diferente de cualquier cosa que hubieran oído sobre
temperancia, que quedaban como embelesados.—
Manuscrito 55,
1893
.
Uso efectivo de las Escrituras y de cantos
—Hablé por la tarde
sobre el tema de la temperancia, tomando como mi texto el primer
capítulo de Daniel. Todos escucharon atentamente, pareciendo sor-
prendidos de oír la temperancia presentada de la Biblia. Después de
ocuparme de la integridad y firmeza de los cautivos hebreos, pedí al
coro que cantara: “¡Atrévete a ser un Daniel, atrévete a mantenerte
solo! ¡Atrévete a tener un propósito firme! ¡Atrévete a proclamarlo!”
Las notas inspiradoras de este himno resonaron de los cantores en la
plataforma y se les unió la congregación. Entonces proseguí con mi
discurso, y sé que antes de que terminara, muchos de los presentes
tenían una mejor comprensión del significado de la temperancia
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cristiana. El Señor me dio fluidez y su bendición, y una impresión
solemnísima quedó sobre muchas mentes.—
Carta 42, 1900
.
Un pedido de la Unión de Mujeres Cristianas
—Durante una
serie de reuniones celebradas en la última parte del año 1899, en
Maitland, Nueva Gales del Sur [Australia], la presidenta de la filial
de Maitland de la Unión de Mujeres Cristianas me pidió que les