Página 292 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
en cuerpo, alma y espíritu. El que se ha entregado al control de
Satanás, se destruye a sí mismo. Más de un hombre vende su razón
por un vaso de licor y se convierte en una amenaza para su familia,
su vecindario y su país. Sus hijos se ocultan cuando viene a casa
y su desanimada esposa teme encontrarse con él porque la saluda
con golpes crueles. Gasta su dinero en bebidas fuertes mientras su
esposa e hijos sufren por falta de las cosas indispensables para la
vida.
Satanás dirige a las víctimas del apetito a hechos de violencia. El
bebedor de licor es un hombre de pasiones fieras y fácilmente exci-
tables y presenta cualquier excusa trivial para pelear; y cuando está
bajo la influencia de la pasión, el ebrio no perdonará ni a su mejor
amigo. Con frecuencia oímos de asesinatos y hechos de violencia y
encontramos que la principal causa es el hábito de beber licores.
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Bebedores moderados
—Hay quienes se llaman a sí mismos
defensores de la temperancia y, sin embargo, se complacen en el
consumo de vino y sidra, pretendiendo que esos estimulantes no
son dañinos y son aun saludables. Así muchos dan el primer paso
en el sendero descendente. Se produce la ebriedad tan ciertamente
con vino y sidra como con bebidas más fuertes, y es la peor clase
de ebriedad. Las pasiones son más perversas; la transformación del
carácter es mayor, más determinada y obstinada. Unos pocos vasos
de sidra o vino pueden despertar el apetito por bebidas más fuertes,
y en muchos casos los que han llegado a ser bebedores consumados
han colocado así el fundamento del hábito de la bebida.
Para las personas que han heredado una predisposición por los
estimulantes, es muy peligroso que tengan a su alcance vino y sidra
en su casa; pues Satanás continuamente los insta a dar rienda suelta
a su deseo. Si se rinden a la tentación, no saben dónde detenerse; el
apetito demanda más y más, y es complacido para ruina de ellos. Se
nubla el cerebro la razón no domina más las riendas, sino que las
coloca sobre el cuello de la concupiscencia. Abunda el libertinaje y
se practican vicios de toda clase como resultado de la complacencia
del apetito por vino y sidra. Es imposible que un adicto a esos
estimulantes y acostumbrado a su uso, luego crezca en la gracia.
Se vuelve vulgar y sensual; las pasiones animales controlan las
facultades superiores de la mente y no se fomenta la virtud.