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La Temperancia
“Jesús lleno del Espíritu Santo volvió del Jordán, y fue llevado
por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el
diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo
hambre. Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta
piedra que se convierta en pan. Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito
está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”.
Aquí estaba el Hijo del Dios infinito, y Satanás vino a él como un
ángel de luz. Aquí lo tentó en el punto del apetito. Cristo estaba
hambriento y necesitaba alimento. ¿Por qué no realizó ese milagro?
No entraba en el plan de Dios, pues Cristo no debía obrar ningún
milagro para su propio bien. ¿Cuál fue su posición? Estaba pasando
por el terreno donde cayó Adán. Adán disponía de todo lo que
requerían sus necesidades. Pero un hambre terrible oprimía a Cristo,
y lo que necesitaba era alimento. El diablo fue frustrado en esa
tentación.
“Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el
pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo;
porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y en sus
manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra”.
¿Para qué eliminó la otra parte que dice: “Que te guarden en todos
tus caminos”? Mientras Cristo se mantuviera en los caminos de
Dios, ningún mal podría sobrevenirle. Jesús dijo de Satanás: “Nada
tiene en mí”. Esta tentación de Satanás a Cristo era un desafío.
Satanás dijo: “Si” eres Hijo de Dios. ¿Qué se hubiera ganado si
Cristo hubiese hecho como Satanás le pedía? Nada. Cristo hizo
frente con un “escrito está”. Satanás vio que no podía hacer nada
allí.
Entonces lo tentó en otro punto. Hizo que todo el mundo, con
su esplendor, pasara delante de Cristo y Satanás quiso que Cristo
se prosternara delante de él. Satanás tenía poder sobre la familia
humana. “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró
todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto
te daré, si postrado me adorares”. La divinidad brilló a través de la
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humanidad, y Cristo dijo: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás”.
Satanás abandonó el campo de batalla como un enemigo vencido.
Nuestro Salvador pasó sobre el terreno y fue vencedor. Estuvo des-
falleciente sobre el campo de batalla. No hubo ningún regazo para