Página 301 - La Temperancia (1976)

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En Sydney, Australia—1893
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acunar su cabeza, y ninguna mano para acariciar sus sienes. Angeles
vinieron para servirle. Una ayuda tal podemos pedir. Cristo vio que
era imposible que el hombre venciera con sus propias fuerzas. Vino
para traer poder moral al hombre. Esa es nuestra única esperanza.
Victoria mediante Cristo
—Vemos la importancia de vencer el
apetito. Cristo venció, y podemos obtener la victoria como Cristo.
Pasó por el campo de batalla, y hay victoria para el hombre. ¿Qué
ha hecho para la familia humana? Ha elevado al hombre en la es-
cala de valores morales. Podemos ser vencedores mediante nuestra
Suficiencia [Cristo]. En Cristo, hay esperanza para el más desam-
parado. “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así
también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer
mal?” “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros
pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos;
si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”.
Allí tenemos las ricas promesas de Dios. ¿Para qué vino Cristo?
Para representar al Padre. ¡Qué corazón de amor y simpatía! Vino
para traer vida eterna, para quebrantar todo yugo. Cuando Dios dio
a su Hijo, dio todo el cielo. No podía dar más.
El valor de un alma
—“El Espíritu del Señor está sobre mí, por
cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón a pregonar libertad a
los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”.
El es el único que tenía poder para hacerlo. Aquí se ha pagado el gran
precio por las almas hundidas en el pecado. El hombre debe ser de
valor. Cristo lo pesa. El que Cristo tome la naturaleza humana sobre
sí, muestra que coloca un valor sobre cada alma. “¿O ignoráis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros,
el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo
y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Este es el valor que
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Dios coloca sobre el hombre, y otra vez dice: “Haré más precioso
que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre”. Pero
Dios no hará nada sin la cooperación del agente humano.
Anublados por la intemperancia
—“Nadab y Abiú, hijos de
Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego,
sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego
extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová