Página 303 - La Temperancia (1976)

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En Sydney, Australia—1893
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leyes son de tal naturaleza [sin restricciones contra el alcoholismo]
que las tentaciones están continuamente delante de ellos.
Ese vendedor de bebidas tiene que responder por todos los pe-
cados del ebrio y el borracho tendrá que dar cuenta por sus hechos.
La única esperanza de ambos es colocar su alma sobre el Salvador
crucificado y resucitado. “Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. ¿Qué dice Cristo? Sois
“colaboradores de Dios”. Cristo vino para restituir en el hombre el
poder moral. Aquí vemos cómo las pasiones humanas destruyen a
los seres humanos. Aquí son tentados nuestros jóvenes. Las mentes
de muchos están cautivadas por los juegos de azar y las carreras de
caballos. Dios nos ayude a despertar.
Los que están en los consejos legislativos no debieran beber vino
ni licores fuertes. Necesitan mentes claras para que su razonamiento
sea agudo y bien definido. En su poder está el destino de vidas
humanas, si éste o aquel hombre será castigado con la pena de
muerte, o recibirá otra condena. Hemos sabido de una orgía de
embriaguez en los tribunales de justicia. ¿Han tenido un cerebro
claro y ojos puros para la gloria de Dios? Se degrada la naturaleza
del hombre. Cristo vino para elevar. “Ni gustes, ni aun toques”,
debiera ser nuestro lema. Debierais ser temperantes en el comer.
Pero abandonad completamente el licor. No lo toquéis. No puede
haber temperancia en su uso. Satanás arrebataría para sí la familia
humana. Cristo vino para redimir, para elevar al hombre pues tomó
sobre sí la naturaleza humana.
Comenzad con los niños
—Padres, debéis despertar al deber
que Dios os ha dado. Enseñad obediencia a vuestros niños. Muchos
han perdido el respeto por el padre y la madre. Tendrán tan poco
respeto por su Padre celestial como por sus propios padres. Enseñad
a vuestros hijos. Dadles lecciones cuando son nenes de brazos. Los
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ángeles os rodearán cuando hagáis esto. Cuando aquellas madres
cansadas no sabían qué hacer con sus hijos, pensaron que podían
llevarlos a Jesús. Y cuando una madre comenzó y le dijo a otra:
“Quiero que Jesús bendiga a mis niños”, entonces otra se unió al
grupo y después otra, y así hasta que un buen grupo vino a Jesús con
sus niños. Y cuando llegaron donde estaba Jesús, él captó el ruido.
Sabía cuando se pusieron en marcha. Jesucristo simpatizó con esas