Página 39 - La Temperancia (1976)

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El alcohol y el hogar
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hace de él un irresponsable está protegido por la ley en su obra de
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destrucción. Es legal para él robar a la viuda el alimento que necesita
para seguir viviendo. Es legal para él perpetuar la destrucción de la
familia de su víctima, enviar niños indefensos por las calles en busca
de monedas o de un mendrugo. Estas escenas vergonzosas se repiten
día tras día, mes tras mes, año tras año, hasta que la conciencia del
vendedor de bebidas queda cauterizada como con un hierro al rojo.
Las lágrimas de los niños sufrientes, el grito agonizante de la madre,
sólo sirven para exasperar al vendedor de bebidas. ...
El comerciante de bebidas no vacilará en cobrar las deudas del
bebedor a su afligida familia, y quitará las cosas aun más necesarias
del hogar para pagar la cuenta de bebidas del marido y padre falleci-
do. ¿Qué le importa si los niños del muerto se mueren de hambre?
Los considera criaturas atrasadas e ignorantes, de las cuales se ha
abusado, que han sido maltratadas y degradadas; y no tiene cuidado
por su bienestar. Pero el Dios que gobierna en el cielo no ha perdido
de vista la primera causa ni el último efecto de la indecible miseria y
degradación que han sobrevenido al borracho y a su familia. El libro
mayor del cielo contiene cada detalle de la historia.—
The Review
and Herald, 15 de mayo de 1894
.
El bebedor responsable por su culpa
—No piense el hombre
que se complace en la bebida que podrá cubrir su degradación echan-
do la culpa sobre el traficante de bebidas. El tendrá que responder
por su pecado y por la degradación de su esposa e hijos. “Los que
dejan a Jehová serán consumidos”.—
The Review and Herald, 8 de
mayo de 1894
.
En la sombra del licor
—Día tras día, mes tras mes, año tras
año, la perniciosa obra sigue adelante. Padres, maridos y hermanos,
apoyo, esperanza y orgullo de la nación, entran constantemente en
los antros del tabernero, para salir de ellos totalmente arruinados.
Pero lo más terrible es que el azote penetra hasta el corazón del
hogar. Las mujeres mismas contraen más y más el hábito de la bebi-
da. En muchas casas los niños, aun en su inocente y desamparada
infancia, se encuentran en peligro diario por el descuido, el mal trato
y la infamia de madres borrachas. Hijos e hijas se crían a la sombra
de tan terrible mal. ¿Qué perspectiva les queda para el porvenir salvo
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hundirse aun más que sus padres?—
El Ministerio de Curación, 261
.