Un problema de salud pública
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En una situación desesperada
—El hombre que contrajo el há-
bito de la bebida se encuentra en una situación desesperada. Su
cerebro está enfermo y su voluntad debilitada. En lo que toca a su
propia fuerza, sus apetitos son ingobernables. No se puede razonar
con él ni persuadirle a que se niegue a sí mismo.—
El Ministerio de
Curación, 265
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Cuerpo y alma en esclavitud
—Las casas de bebida están es-
parcidas por todas las ciudades y pueblos. ... El viajero entra en el
local público con su razón, su capacidad de caminar en forma erecta;
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pero miradlo cuando sale. Se ha ido el brillo de sus ojos. Se ha ido la
capacidad de caminar en forma erecta; va haciendo eses de un lado
para el otro como un barco en el mar. Su capacidad para razonar
está paralizada, la imagen de Dios está destruida. El brebaje que
envenena y enloquece ha dejado una marca sobre él. ... Está en una
esclavitud de cuerpo y alma, y no puede distinguir entre lo bueno
y lo malo. El comerciante de bebidas ha puesto su botella ante los
labios de su prójimo, y bajo su influencia está lleno de crueldad y
homicidio, y en su locura comete realmente homicidio.
Es llevado ante un tribunal terrenal, y los que legalizaron el
expendio de bebidas son obligados a enfrentarse con el producto de
su propia obra. Ellos autorizaron por ley que se le entregase a ese
hombre una bebida que lo convertiría de cuerdo en loco, y ahora
necesitan enviarlo a la prisión o a la horca por su crimen. Su esposa e
hijos han quedado en el abandono y en la miseria, para convertirse en
una carga de la comunidad en la cual viven. El hombre está perdido
en cuerpo y alma, desheredado de la tierra, y sin esperanza del cielo.
...
Ninguna fuerza para resistir a la tentación
—Las víctimas del
hábito de beber se enloquecen tanto bajo la influencia del licor que
están dispuestos a vender su razón por un vaso de aguardiente. No
guardan el mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”.
Su fuerza moral está tan debilitada que no tienen poder para resistir a
la tentación, y su deseo de bebida es tan fuerte que eclipsa todo otro
deseo, y no se dan cuenta que Dios pide de ellos que lo amen con
todo su corazón. Son prácticamente idólatras, porque todo lo que
enajena sus afectos del Creador, todo lo que debilita y amortigua la
fortaleza moral, está usurpando el trono de Dios, y recibe el servicio